Ahora, ya hasta Cauca y Huila nos superan en competitividad. Y, si acaso no pisamos pronto el freno en el descenso, dentro de menos tiempo del esperado todos estarán en la lista por encima de nosotros.
Caer tres puestos en materia de competitividad entre 25 departamentos de Colombia en 2015 (estamos de 17) no es, precisamente, una razón para sentirnos tranquilos. En asuntos de competitividad no caben las esperas ni la tranquilidad.
Significa que perdimos parte de nuestra habilidad para crear, producir y distribuir bienes y servicios en el mercado internacional y, por lo mismo, nuestra ganancia de recursos se contrajo. Así, 16 regiones colombianas son hoy mucho más hábiles que Norte de Santander para distribuir sus productos en el planeta.
¿Por qué? Una razón fundamental tiene que ver con nuestra equivocación permanente: estamos convencidos de que la única manera de ser competitivos es con recursos financieros del Estado, pero nos olvidamos de factores básicos que sostienen la competitividad, como la innovación y la calidad integral.
Respecto de esto último, la situación es más que dramática: en programas de alta calidad solo está 0,6 por ciento de los estudiantes de educación superior. Y esa falta de calidad y de innovación, se traducen en cifras que causan sonrojo: entre 2006 y 2014, por ejemplo, en Norte de Santander solo se registraron cuatro patentes, todas en el sector de la arcilla. En lo que va de este año, solo España ya formuló 167 solicitudes de patente.
En realidad, mientras no haya una política estructural de competitividad y los empresarios no inviertan en innovación, para producir mejores productos, las posibilidades de conquistar mercados serán cada vez más reducidas, porque otros harán lo que dejemos de hacer.
Sectores productivos como el de la arcilla, y en algunos casos el del calzado, son la excepción, pues han dedicado muchos de sus recursos a modernizar sus plantas, a capacitar a su personal y a generar productos innovadores, con altos componentes de valor agregado. Pero, el resto, ni siquiera se preocupa.
En los últimos tiempos se han señalado el turismo y la estética, en salud, como sectores que, adecuadamente desarrollados, pueden generarle a Cúcuta y al departamento buenos resultados económicos, pero, para ello, hay que saber qué y cómo hacer, sin precipitud, pero sin errores y sin pausa.
Si pretendemos hacer de la historia una fuente de ingresos y desarrollo, es oportuno preguntar por los museos que habrá para los turistas ávidos de saber quiénes somos. ¿Dónde están por ejemplo, los sitios a los que pretenderemos atraer visitantes?
Al respecto, el nuevo Gramalote puede ser un atractivo turístico de toda la importancia, pero para ello deberá ser un lugar que valga la pena ser visitado. Su conservación tal como lo entregará el gobierno a los habitantes será vital, para hacerlo de verdad interesante.
Una golondrina no hace verano, dos, tampoco. Así, la Cámara de Comercio y la Comisión Departamental de la Competitividad, no pueden quedarse solos en el intento por poner a Norte de Santander en los carritos de compra del mundo. Ser altamente competitivos debe motivarnos a todos, sin excepción.
Pero mientras la inversión per cápita en competitividad sea de 5.700 pesos, no estaremos haciendo nada positivo, y no serán ni Cauca ni Huila, los que nos aventajen (Boyacá, hace rato nos dejó a la orilla de la vía).
Con el 60 por ciento de nuestras carreteras primarias en regular o en mal estado, como es la realidad, se debe pensar en que, comparados con todos los demás departamentos, estamos mal. Pero también hay que saber que tampoco allá las tuvieron todas a su favor cuando se lanzaron con determinación en busca de los mercados mundiales.
Solo que los empresarios de esas regiones no olvidaron, para comenzar, que eran ellos, no el Estado, los encargados de hacerse mejores cada día.
Nosotros aún estamos en la etapa de pensar que sin apoyo del Estado no podremos salir del atolladero, y eso no es cierto.
*La Opinión