En este Día de la Mujer, la ONU revela una impactante verdad que demanda la atención de nuestras comunidades locales y regionales, instándonos a redoblar esfuerzos por el bienestar de las mujeres en todo el mundo.
En un mundo donde una de cada diez mujeres vive en pobreza extrema, tristemente, las brechas y la desigualdad social tienen un rostro femenino en nuestros propios entornos nacionales y departamentales. Mientras celebramos este día, se hace evidente que hay más por hacer que por celebrar. El número de mujeres y niñas en áreas afectadas por conflictos se ha duplicado desde 2017, resaltando la urgencia de revertir este sombrío panorama.
La crudeza de la violencia se refleja en la estadística alarmante de más de 614 millones de mujeres y niñas que ahora viven en zonas afectadas por conflictos en todo el mundo. Un llamado apremiante para que los comisionados de paz, grupos armados ilegales y la ciudadanía en general reconozcan la realidad: en las zonas de conflicto, las mujeres tienen 7,7 veces más probabilidades de vivir en la pobreza extrema.
Los programas de igualdad de género representan solo el 4 por ciento de la asistencia oficial para el desarrollo en el mundo. Se requieren 360.000 millones de dólares adicionales anuales en los países en desarrollo para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, una fracción mínima de los 2.2 billones de dólares gastados globalmente en gastos militares en 2022, según la ONU Mujeres.
En este Día de la Mujer, mientras reflexionamos sobre la urgencia de actuar en favor de la igualdad de género, no podemos pasar por alto la desconcertante realidad bajo el mandato del “Gobierno del cambio” liderado por el Presidente Gustavo Petro. A pesar de sus promesas de transformación, hemos sido testigos de nombramientos de funcionarios con historial de violencia y maltrato hacia la mujer, una cruel contradicción con la causa que se pretende defender.
Mientras la retórica demagógica resuena, la acción concreta en la agenda a favor de las mujeres ha sido esquiva. La necesidad de pasar de las palabras a los hechos es más evidente que nunca. Los gobernantes deben trascender la mera promesa y enfrentar de manera efectiva los desafíos que afectan a las mujeres, desde la desigualdad hasta la violencia de género.
Al llegar de nuevo a esta fecha, se nota que es muy poco lo que se debe celebrar y en cambio sí mucho más lo que debe hacerse para revertir el panorama, como por ejemplo aquel de que el número de mujeres y niñas que viven en zonas afectadas por conflictos se ha duplicado desde 2017.
Un indicativo más de los nocivos efectos de la violencia se materializa en el hecho descrito por la ONU, de que ahora más de 614 millones de mujeres y niñas viven en zonas afectadas por conflictos en el mundo.
En ese sentido sería muy bueno que los comisionados de paz, los grupos armados ilegales que van a las mesas de diálogo y la ciudadanía en general tuvieran presente situaciones como esta: en las zonas de conflicto, las mujeres tienen 7,7 veces más probabilidades de vivir en la pobreza extrema.
Es crucial que los gobiernos abandonen la complacencia y asuman la responsabilidad de liderar un cambio real.
El compromiso con la igualdad de género no puede limitarse a discursos vacíos; exige medidas tangibles y acciones concretas para garantizar un futuro más justo y equitativo para todas las mujeres colombianas.