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Diego Barajas, un muralista de la naturaleza en resistencia
Desde niño, el artista de Chinácota sintió gran afinidad por el arte y la pintura.
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Miguel Landazabal
Miguel Landazábal
Lunes, 20 de Septiembre de 2021

Diego Barajas, un muralista comunitario de Chinácota, encontró por medio del arte una manera de transmitir cultura con pinceladas, figuras geométricas y colores. Gracias a festivales culturales anuales que organiza, ha impulsado el desarrollo de más de 100 murales en su ciudad natal.

Por su propia mano, pintó alrededor de 30 paredes en entornos públicos y visibles, cada mural tiene detrás un proceso investigativo y el diseño final se crea de acuerdo al resultado que haya dimensionado la investigación.

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Su trabajo, considera, se basa en metodologías fenomenológicas: un estudio de sentimientos y reflexiones frente a lo que se está perdiendo, de ahí, plantea un recorrido como experiencia de viaje que atesora el conocimiento de forma gráfica.

“Por ejemplo, la ruta del guarapo nace de una reflexión que hago a partir de mi abuela Gloria, la última persona que quedó resistiendo con la venta de esta bebida ancestral, muy popular hace siglos. Quise retratar esta esencia de mis antepasados porque es importante recordar y reconocer nuestra identidad, que ha sufrido un atropello por las dinámicas modernas de la globalización”, manifestó Barajas.

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Conexión natural con el arte

Desde muy niño, Barajas se ha interesado por el arte público y la pintura. Cuando finalizó sus estudios en el colegio San Luis Gonzaga, en compañía de otros artistas creó murales en una calle entera, que retrataban los momentos más relevantes en la historia humana, desde pensadores griegos hasta Charles Chaplin, con el objetivo de culturizar a los jóvenes.

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“Gracias a ese trabajo pude viajar a Argentina, México y Chile a pintar, conocí gente impresionante que más adelante iba a convocar para los encuentros culturales de muralismo que hacemos en Chinácota para promover la paz”, afirmó el artista.

En sus metas, Barajas espera seguir fomentando las tradiciones, y observa con desagrado la pérdida de identidad ocasionada por la masificación de la industria cultural actual. “Si el arte no tiene memoria, no tiene sentido”, agregó.

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La fuente de inspiración

Diego se ve a sí mismo como un intérprete, un traductor con ímpetu para desafiar la estructura del poder, pues su definición de artista está enfocada en los campesinos y labriegos que día a día cultivan la tierra, siembran semillas y dan alimento a su prójimo con el cuidado requerido.

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“Ellos son los verdaderos artistas, seres orgánicos que crean conciencia, transforman y nos alimentan. Su sentido de equilibrio con la naturaleza es lo que me inspira para transmitir, por eso mis exposiciones son públicas, odio la idea del museo, el arte no debe estar preso”, dijo Barajas.

Los festivales de mural de Barajas se enfocan en la paz; durante cinco años ha invitado un promedio de 500 artistas nacionales e internacionales y movilizado más de 5.000 personas para observarlos.

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Al recorrer las calles de Chinácota es inevitable toparse con varias de sus obras; el municipio, impregnado de arte callejero, viste sus paredes con tradición, memoria, cuidado al medio ambiente y paz.

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En constante resistencia

Barajas condena varias prácticas administrativas en el área cultural, afirmando la inexistencia del desarrollo patrimonial de Chinácota porque, según el artista, prefieren promocionar restaurantes y negocios de grandes empresarios que solo buscan incrementar su dinero.

“A las administraciones les falta demasiado, aquí la cultura es nula. Llevo resistiendo más de 15 años contra los intereses particulares de los mandatarios de turno, he sido marginado de la emisora comunitaria y de la casa de la cultura, que, en teoría, es el principal refugio de los artistas”, comentó Barajas.

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Con 33 años, Diego espera continuar creando rutas de intervención artística en Chinácota para agradecer a la naturaleza y a los defensores de las tradiciones como las familias rurales, que cada vez están más en vía de extinción debido a la poca rentabilidad de esta práctica milenaria.

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Así como con el guarapo, el artista ha creado rutas de murales con plantas en los que realza las recetas ancestrales de indígenas que, según Barajas, han sido satanizadas por el mercado de la globalización.

“En muchos de mis viajes he podido entablar conversaciones con distintas comunidades que viven exclusivamente de la naturaleza, en esta ruta hice una indagación de la importancia que tienen las plantas medicinales y generé un diálogo al respecto con algunos murales”, concluyó el pintor.

En la actualidad, su objetivo es preservar la cultura con murales, conocer más personas que compartan su visión del arte y enseñar su disciplina. Desde el 20 al 28 de noviembre hará el Festival de la Paz, basado en los 119 años que han pasado del acuerdo de paz firmado en Chinácota.

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