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Colombia
El Conflicto limítrofe con el Perú de 1932
Tuvo lugar en las afluencias del río Putumayo y la ciudad de Leticias en Amazonas.
Sábado, 16 de Abril de 2016

Lo que muchos han llamado guerra con el Perú, nunca llegó a tal. Simplemente se trató del enfrentamiento de ideas ignoradas sin razón y cuya atención despreciaron y dilataron resolver los dos países generando violentos encuentros esporádicos, que sin pasar a mayores, concluyeron en un acuerdo que benefició a Colombia. ¡Es mi sencilla conclusión!

Luego de haber logrado la independencia de esta parte de América, de la mano de nuestro Libertador Simón Bolívar y del sacrificio en vidas que tantos patriotas brindaron, surgieron ambiciones y desacuerdos que generaron nuevas guerras y conflictos territoriales entre los países confluentes de la cuenca del río Amazonas, cuyas autoridades ni quisieron, ni supieron arreglar.

Tras la disolución de la Gran Colombia surgieron grandes discrepancias generadas por los intrincados e indefinidos límites, tanto en documentos como en el propio terreno; así como ante la ignorancia de lo que se escondía bajo la gran selva amazónica, y sobre las bondades ocultas en sus incultos territorios,  llenos de secretas vetas de riqueza.

Las aupadas ambiciones de gobernantes de las dos nacionalidades, actuando con ignorancia y desidia, permitieron la invasión y el apoderamiento de fértiles tierras y ricos yacimientos mineros, que ignorados y desatendidos, dieron ocasión a que ambiciosos colonizadores y empresarios mineros, se aprovecharan de tantas riquezas ocultas, en extensos territorios  de las dos naciones.

Se firmaron varios tratados entre los gobiernos luego de enfrentamientos militares en áreas de los ríos Caquetá y Putumayo, durante los primeros días del siglo XX que fueron ignorados pese a las quejas y críticas salidas de lado y lado, que forzaron a las autoridades de los dos países a llegar a un acuerdo y  firmar un tratado en 1905, llamado Valverde-Calderón, en el que se nombró como árbitro de posibles discrepancias al pontífice romano, por 10 años, estableciendo por lo pronto un Statu Quo.

Ante la aproximación a un acuerdo, la poderosa “Casa Aldana”, terrateniente de inmensos territorios en ambos países, con explotaciones de caucho en plantaciones enormemente productivas y afianzadas en un inmenso poder ante el gobierno del Perú de donde era oriunda, se opusieron vehementemente, lo que dañó lo acordado, obligando a que se llegara a un nuevo acuerdo titulado ‘Modus Vivendi’, con vigencia por otros 10 años.

Es oportuno relacionar esta problemática con la lamentable situación que en tal momento vivían los colonos colombianos, en hechos que recientemente hemos podido vivir en la película El abrazo de la serpiente y en la que, tanto colonos como indígenas padecen injusticias, violencia y persecución por los explotadores peruanos. Tales eran los antecedentes que condujeron a las escaramuzas registradas entre los dos países.

Múltiples, esporádicos y fugaces enfrentamientos sucedieron entre las autoridades respectivas, que acrecentaron paulatinamente el conflicto que se daba en condiciones excepcionalmente difíciles, por factores como el aislamiento de estos territorios incomunicados, sin ningún tipo de vías y en selvas plagadas de pestes y alimañas que atormentaban a los representantes de los gobiernos, atentaban contra su salud produciendo bajas e incapacidades, y con unos países desprovistos de equipamiento, sin aviación, que era la única forma de atender tantas dificultades. A continuación se dieron hechos de violencia en localidades como Leticia, El Encanto, Tarapacá y otros puestos militares esparcidos por los vastísimos territorios. Ante tal escalamiento, Colombia rompió relaciones con Perú, el 14 de febrero de 1933.

Colombia contaba en este momento con una preeminencia que fue definitiva, y que permitió ganar ventaja en el conflicto. La presencia de la Skadta, única empresa de trasporte aéreo existente entonces en Suramérica, nacida en Barranquilla con participación económica y estratégica, y con capital humano y técnico alemán, la que desde un principio estuvo dispuesta a ayudar a nuestro gobierno frente al conflicto. Voluntad que se concretó, sin demora, en la entrega de tres hidroaviones de transporte, los que se adaptaron como naves de guerra ante la premura y dadas las circunstancias.

La persona designada por Skadta como coordinador de tal compromiso con el Gobierno Nacional, fue el piloto capitán Herbert Boy, quien debió actuar como enlace entre la empresa y el gobierno, para asesorar y brindar todo el apoyo necesario en decisiones técnicas y estratégicas dada su experiencia al haber sido oficial de la Luftwaffe, como piloto de Alemania durante la I Guerra Mundial. Al piloto Boy, a quien más tarde se le otorgaría la nacionalidad colombiana y el grado de mayor, se le encargó organizar la incipiente Fuerza Aérea Colombiana, contratar pilotos alemanes, excombatientes de la misma conflagración, quienes se incorporaron a nuestra arma para preparar a nuestros nóveles aviadores, siendo muy importantes, además, en acciones que más tarde se dieron.

Ambas naciones concluyeron en la necesidad de adquirir aeronaves de combate, adecuadas a las especiales e inhóspitas condiciones de estos territorios. Colombia había iniciado la organización de su aviación y al frente contaba con la experiencia de Skadta, que como aerolínea solo operaba en los ríos de la patria, y que, con su equipo de técnicos y ejecutivos expertos en temas operativos, se puso al servicio de Colombia. Además del mayor Boy, se asignó con sede en Bogotá al Sr. Küehl, como asesor técnico del Consejo de Aviación. Se debían iniciar contactos inmediatos con fabricantes y proveedores para adquirir aviones que reunieran las especiales características que exigía el medio donde debían desempeñarse, por tanto era indispensable se tratara de hidroaviones, pues en tales territorios no existían pistas terrestres y era indispensable en cualquier momento desplazarse y acuatizar en algún río.

Ya Perú había ordenado una flotilla de aviones Vought Corsair. A su llegada, nuestros aviones Curtis Hawk recién adquiridos, tuvieron su primera actuación conocida, el 14 de febrero de 1932 cuando una flotilla de 5 aviones peruanos trató de destruir al barco cañonero Córdoba, sin advertir que nuestros aviones con sigilo protegían el barco y, súbitamente aparecieron para enfrentarlos. Los peruanos de inmediato huyeron sin plantar combate. Cuatro días después, el 18, los aviones peruanos atacaron la Isla de Puerto Chavuco, frente a Güepí, ocupada por un grupo de tan solo 30 soldados colombianos, quienes disparando sus armas impactaron una de la aeronaves, que cayó al rió. Pareciera cosa de mala suerte del Perú, ya que el 21 del mismo mes uno de sus aviones Corsair en su excursión aérea, sufrió una falla en su motor, cayendo en plena selva. Continuaron las malas noticias para Perú, cuando de una escuadrilla de 3 aviones enviados desde la localidad de Ancón, uno de sus pilotos se perdió y asustado resolvió acuatizar en el río Paita, abandonando el avión y huyendo por la selva. Finalmente, una escuadrilla de aviones peruanos resolvió atacar la cañonera colombiana, lanzándole bombas desde tal altura, que ninguna de ellas la impactó. El combate final se dio el 17 de marzo, cuando Perú atacó con sus aviones una posición tomada por las tropas colombianas, dando muerte a un soldado e hiriendo a seis, pero perdiendo por derribo un avión.

El combate parecía no conducir al triunfo de ninguna de las partes, cuyos sucesos ocurrían en territorios casi irreales, donde las noticias se perdían en las distancias y las difíciles comunicaciones. Por otra parte, los diplomáticos seguían reuniéndose en Río de Janeiro, con lentos avances y difíciles acuerdos, que no parecía pudieran ser aceptados por las partes. Sin embargo, la diplomacia brasilera no se daba por vencida e insistía en seguir propiciando los diálogos.

En medio de este clima inmovilizador, sucedió un hecho providencial. El presidente del Perú, Luis Miguel Sánchez Cerro, fue muerto por la furia de un extremista opositor. Tal situación produjo el ascenso, como primera autoridad del Perú, del general Oscar Benavides, entrañable amigo de quien en ese momento había sido electo como presidente de Colombia,  Alfonso López Michelsen.  López se trasladó a Lima e inició una amigable conversación sobre el doloroso litigio, la que concluyeron en la ratificación del acuerdo previo, que no se había aplicado pese a su ratificación y legalidad correspondiente, conviniendo la paz inmediata.

La llegada de la paz fue providencial para Colombia, que había hecho un esfuerzo enorme para atender los gastos de la guerra, pese a la lamentable situación que vivían sus finanzas. El país estaba endeudado y en crisis, al punto de tener que pedir en ese momento a las gentes con algún medio económico, hacer aportes voluntarios, lo que suscitó gran respuesta de la ciudadanía donando dinero y joyas. Tengo vivo el relato de mi padre, quien quiso atender el llamado y entregar sus argollas de matrimonio, único capital del que disponían ellos en ese 1932.

En ceremonia solemne, la paz se ratificó en Rio de Janeiro por el tratado de 1922, que no había operado. La paz trajo beneficios enormes al país. El Gobierno Nacional por primera vez puso su mirada en sus fronteras atendiendo sus urgencias, una de las cuales fue fortalecer sus Fuerzas Armadas. Instaló en los ríos flotillas fluviales de control, a cargo de su Fuerza Aérea. Finalmente, se recuperaron territorios extensos que habían sido entregados gratuitamente por el presidente Rafael Reyes, a la explotadora industria cauchera de la Casa Arana.

Estos fueron los hechos de la contienda cuyo triunfo, los historiadores otorgan a Colombia.

Álvaro Riascos F | Especial para La Opinión

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