Por Thelma Gómez Durán / https://es.mongabay.com/
La pandemia por el coronavirus tiene en suspenso a importantes proyectos para conservar a especies que se encuentran en alguna categoría de riesgo. En algunas regiones preocupa que la crisis económica, que trae consigo la pandemia, incremente las amenazas que han llevado a varias especies al borde de la extinción.
En América Latina, una de los lugares del planeta más biodiversos, pero también una región en donde se tiene una lista larga de flora y fauna en alguna categoría de riesgo, detener durante varias semanas las estrategias de conservación puede aumentar el riesgo para una especie.
La carranchina de Colombia
En Colombia se pueden encontrar 27 especies de tortugas; siete son continentales. Una de ellas, la carranchina (Mesoclemmys dahli), se encuentra entre las tortugas que más están en riesgo. Se considera Críticamente Amenazada: hay menos de 2000 individuos.
Germán Forero Medina, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS-Colombia), explica que esta tortuga fue descrita 1958; durante varias décadas se pensó que solo se encontraba en el departamento de Sucre, al norte de Colombia. Esa percepción cambió cuando comenzó a estudiarse con mayor ímpetu.
Hace 15 años comenzó a documentarse la presencia de pequeñas poblaciones de carranchina en otras localidades, donde aún sobreviven áreas del bosque seco tropical de Colombia, uno de los ecosistemas más amenazados (solo queda el 8% de su cobertura original) y el que menos protección tiene en el país sudamericano.
A esta tortuga semiacuática, cuyo caparazón alcanza a medir 30 centímetros de longitud, se le puede encontrar en jagüeyes y en pequeñas quebradas que, debido a las afectaciones al bosque seco, ya casi no tienen vegetación ribereña.
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Las poblaciones de carranchina que aún quedan están conformadas por pocos individuos y se encuentran aisladas unas de otras. Eso, explica Forero, está provocando endogamia y, por lo tanto, ha disminuido la diversidad genética de la especie.
A diferencia de otras tortugas, la carranchina solo pone de dos a tres huevos por nido. Y, por si fuera poco, se tiene documentado que sus huevos tardan poco más de 200 días en eclosionar. “Es una especie con tasas reproductivas muy bajas, eso limita las posibilidades para recuperarla; es un factor adicional de vulnerabilidad”, comenta el investigador colombiano, especialista en biología de la conservación.
Diversas organizaciones se han propuesto salvar de la extinción a la carranchina. Y para ello, a inicios del 2020, se creó una reserva privada de 120 hectáreas, en el municipio de San Benito Abad, en el departamento de Sucre, un lugar dedicado exclusivamente a la recuperación de esta especie.
Forero explica que el proyecto incluye la restauración del hábitat, así como realizar un programa de rescate genético de la especie. “La idea es que la reserva sea un lugar en donde la especie pueda ser protegida en forma permanente y que en este trabajo participen las comunidades locales. El plan es que se convierta en un centro educativo y en un lugar para impulsar prácticas productivas sostenibles”.
Los investigadores aún no comenzaban el trabajo con las comunidades del municipio de San Benito Abad, cuando la pandemia del COVID-19 puso en pausa el proyecto de conservación de la carranchina que, para este año, tiene contemplado comenzar con la restauración del bosque seco y en otoño llevar a las primeras tortugas de otros lugares.
Para Forero, la epidemia del COVID-19 ha generado nuevos retos para la conservación de especies. Uno de ellos es que el trabajo debe ser orientado y apoyado a distancia, “pues los investigadores no pueden ingresar, por ahora, a las áreas. Esto implica apoyarse, cada vez más, en el equipo que está en terreno y en los socios locales”.
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