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Los peligros que encierra el afán desmedido por el éxito
El exitismo se caracteriza por una mentalidad obsesiva y desmedida centrada exclusivamente en los resultados y el reconocimiento externo.
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María José Salcedo
Domingo, 19 de Mayo de 2024

Según la Real Academia de la Lengua Española, el éxito puede entenderse como el resultado feliz de un negocio; la buena aceptación que tiene alguien o algo; y el fin o terminación de un negocio o asunto.

Pero la definición de éxito puede ir incluso más allá, toda vez que tiene que ver con una percepción personal e individual; y como tal la idea tiende a cambiar en el tiempo, de acuerdo con las expectativas y entornos sociales.

Aunque no hay un estudio formal sobre la percepción de éxito en las personas según su edad, profesionales en salud mental sí han observado diferencias.

Paloma Carvajalino, psicóloga clínica y miembro del Colegio de Psicólogos de Colombia, parte explicando que la sociedad actual se caracteriza por la necesidad inmediata de obtener las cosas.


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“Vivimos en un mundo donde estamos muy acostumbrados a que todo se hace de manera inmediata, si no es así me genera incomodidad, malestar, inconformidad, ansiedad, frustración”, dice la especialista.

Reconoce tres formas de ver el éxito según la edad. En principio, está la generación que creía que el éxito tenía que ver con las personas que hacían una carrera durante años en una empresa, que tenían una vida estable, que a los 40 años ya tenían una familia y un estatus social consolidado.

Luego se refiere a una generación intermedia, que está en ese rango donde en edades muy tempranas han logrado cosas que de pronto a los papás a los abuelos les costó un poco más de tiempo “y eso los hace sentirse exitosos”, dice, pero también buscan reconocimiento, razón por la cual entra en un proceso de reinvención constante.

Finalmente, habla de las nuevas generaciones que se reconocen por su estilo nómada y por su búsqueda consciente del cambio constante, perciben el éxito como algo que tiene que ver con el reconocimiento social, con la presencia en redes y como algo para lo que no tienen o deben esperar tanto tiempo.

Sin obsesionarse

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Según el psicólogo sanitario Alberto Peña Chavarino, experto en comportamiento humano, el éxito en la vida es bueno y la sana ambición es absolutamente necesaria para el crecimiento de las personas; lo negativo y nocivo es obsesionarse por buscarlo en los lugares incorrectos.

Carvajalino añade por su parte que cuando una persona se obsesiona con cumplir unas expectativas, con estar permanentemente haciendo check a logros en su vida, empieza a experimentar  –por un lado- una sensación de insatisfacción, porque pierde la capacidad de disfrutar lo que hace y, por el otro, entra en una ansiedad por buscar una nueva meta.

Toda esta situación provoca a su vez una sensación de frustración y vacío “porque nunca nada de lo que pasa me parece suficiente, ese es el problema de tener comportamientos obsesivos, que al final se pierde el centro, perdemos el significado de éxito individual -porque para cada persona significa algo distinto- y entramos en este juego constante de cumplir expectativas que solo generan malestar a los procesos”, añade la especialista.

El exitismo

Al afán desmedido por el éxito se le conoce como exitismo. Caer en él no solo puede afectar la salud, sino también marcar negativamente la vida de una persona, pues “al sentirme desesperanzado, por la inmediatez en la que vivimos, es muy probable que me sienta muy tentado a buscar dinero fácil y empiece a tener mis primeros encuentros con actos ilícitos”, advierte Paloma Carvajalino.

A propósito de esto, en el foro organizado recientemente por La Opinión, sobre los retos y desafíos de Cúcuta y Norte de Santander, el abogado y defensor de Derechos Humanos Yefri Torrado, en su intervención sobre los retos en materia de seguridad, abordó la cuestión de la criminalidad y las motivaciones que alimentan este flagelo.

Durante su exposición, Torrado hizo referencia puntualmente al éxito asociado al dinero y cómo ese afán de acumular riqueza y presumir cierto estatus, puede llevar a una persona a transgredir las normas establecidas por la sociedad.

Es una anomia -una desconexión entre los fines culturalmente perseguidos y los medios socialmente disponibles- explica, y añade que en términos de criminalidad se relaciona al hecho en el que “las personas recurren a medios no permitidos por la sociedad y el ordenamiento jurídico, para empezar a cumplir ese fin por sus propios medios, actuando bajo la máxima del fin justifica los medios”, argumenta.

El bombardeo constante desde los diferentes medios de comunicación y redes sociales, donde se muestran hombres y mujeres vestidos de marcas reconocidas, ataviados de joyas, conduciendo vehículos de alta gama y rodeados de ostentación y lujos, lo que hace es reforzar la idea de éxito económico, que termina afectando a las personas con una formación débil de valores, e incitándolos a involucrarse en una cultura ‘traqueta’ y mafiosa.

“Una persona con un sano juicio podrá distinguir que eso es una ficción, pero una persona que no tiene el criterio bien desarrollado, idealiza y romantiza esos estilos de vida y buscará hacer todo lo posible por conseguir todo lo que le ve”, sostiene Torrado.

Asimismo, asegura que la sociedad también tiene una parte de responsabilidad, porque determina el mérito por la capacidad adquisitiva, “por más que yo no quiera depender del dinero para ser una persona exitosa, la sociedad sí lo determina de esa manera”. 

¿Qué hacer?

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Frente a las conductas obsesivas de cara al éxito hay varias recomendaciones, en lo psicológico lo primero -explica la especialista- es “aprender a gestionar los procesos emocionales; luego, es importante tener claridad de que los sueños y metas toman un tiempo y que, además, necesitan una planificación y una organización y, finalmente, tener claro un norte, hacia dónde quiero ir”.

Pero además del apoyo clínico, es muy importante el rol que juegan las oportunidades que se tienen en el mundo laboral y en el mundo educativo, afirma Carvajalino, de ahí que la sociedad y el Estado deben asumir un papel protagónico en la contención de las conductas nocivas asociadas al éxito, especialmente, en las que usan el delito como medio para alcanzar el fin. 

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