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Venezuela
Cerco al petróleo de Rusia por la guerra abre la puerta a reconocer a Maduro
La Guerra en Ucrania por la invasión de Vladimir Putin deja sus coletazos en la política latinoamericana.
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Colprensa
Colprensa
Martes, 8 de Marzo de 2022

La Guerra en Ucrania por la invasión de la Rusia de Vladimir Putin está cambiando las reglas de juego de la política internacional en Latinoamérica, especialmente en el relato sobre Nicolás Maduro en Venezuela, el “dictador” al que tanto criticó el gobierno de Iván Duque desde Colombia.

Después de más de tres años del discurso del cerco diplomático al régimen, sanciones que le impidieron a Venezuela acceder al mercado internacional de divisas, comerciar abiertamente su petróleo, acceder a las reservas de oro de Londres, y hasta llevaron a la Casa Blanca a ofrecer una recompensa de 15 millones de dólares por la captura de Maduro, ahora Estados Unidos tiene acercamientos con Venezuela.

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La Guerra en Ucrania barajó las cartas de la política internacional. Occidente busca nuevas rutas para aplicar sanciones Putin, con el objetivo de que las sanciones asfixien la economía de Rusia y obliguen al Kremlin a replegar sus tropas en Ucrania, pero esos caminos están llevando a Venezuela, que es uno de sus principales aliados en Latinoamérica, junto a Cuba y Nicaragua.

El respaldo del Kremlin es una de las cartas que le han permitido a Maduro mantenerse en el poder, a pesar de la emergencia humanitaria compleja, la migración que ha expulsado a más de 6 millones de personas y la hiperinflación de 2018 y 2019 que pulverizó al bolívar, la moneda nacional.

La relación de Rusia con Venezuela data desde antes de que el controvertido mandatario llegara a Miraflores. Cuando Hugo Chávez asumió la Presidencia en 1999 planteó la tesis de que el mundo es multipolar, por lo que su gobierno no tendría que estar conversando con los mismos países amigos de siempre, sino que podía abrirse a más actores.

Ese planteamiento de la multipolaridad se entretejió con un relato antiimperialista que se alejó, de a poco, de Estados Unidos, pero encontró respaldo en China, Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudí, y otros.

No obstante, el quiebre entre Estados Unidos y Venezuela va más allá de las ideologías. A Nicolás Maduro y otras figuras reconocidas del chavismo como Diosdado Cabello, Vladimir Padrino y Tareck El Aissami los señalan de ser los cabecillas del Cartel de los Soles, un grupo narcotraficante que envía drogas de Venezuela a Estados Unidos, a través de rutas marítimas del Caribe.

Es así como en el discurso de Estados Unidos contra la Venezuela de Maduro se han entretejido argumentos de la defensa de la democracia, la lucha contra las drogas y el combate contra el comunismo. El expresidente republicano, Donald Trump, fue el artífice del destierro a Maduro, y dio vuelo al relato de la administración Duque y del Grupo de Lima para condenar al chavista y reconocer a Juan Guaidó como presidente interino.

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Después de más de 38 meses en lo que Nicolás Maduro fue un paria para gran parte del mundo, ahora Estados Unidos, el creador de las sanciones, habla con el régimen izquierdista para explorar cómo comprar su petróleo. La explicación de esos acercamientos está a casi 10.000 kilómetros de distancia de Caracas, en la frontera de Europa del Este que lleva 13 días en guerra.

El catálogo de sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Reino Unido y otros contra Rusia es largo y crece conforme pasan los días de combates que intentan cercar al gobierno de Volodimir Zelensky. Empero, no han conseguido su objetivo de acabar los combates sin que los aliados occidentales pongan a sus soldados en Ucrania.

El siguiente paso de Estados Unidos y la Unión Europea sería dejar de comprarle petróleo y gas a Rusia, pero antes de tomar esa medida necesitan encontrar un proveedor internacional, que podría ser Venezuela: un país con la infraestructura para extraer el crudo en decadencia, pero con las reservas que Occidente necesita para sanear su demanda.

Si Caracas y Washington llegan a un acuerdo, Joe Biden también estaría neutralizando un posible foco de conflicto en su patio trasero, ya que desde enero el canciller ruso, Serguéi Lavrov, dijo que el Kremlin estaba considerando desplegar tropas en Venezuela.

La Casa Blanca y el régimen de Maduro comentan poco sobre los diálogos que tienen sus emisarios. Mientras la Guerra en Ucrania se recrudece obligando a más de 2 millones de personas a refugiarse, en Latinoamérica la administración chavista de Caracas ve una ventana abierta para negociar su permanencia en el poder, después de más de tres años de ser señalado como un dictador.

El gobernante de 59 años se reeligió en las elecciones de mayo de 2018, en las que apareció diez veces en el tarjetón y la oposición mayoritaria decidió no participar, asegurando que no había condiciones para una contienda democrática.

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A renglón seguido, la comunidad internacional –en cabeza de Estados Unidos– desconoció la legitimidad de los comicios y declaró que si Maduro tomaba posesión, ya en enero de 2019, le desconocerían como mandatario legítimo.

Los reclamos no fueron escuchados y el heredero de Hugo Chávez se proclamó mandatario el 5 de enero, ante el Tribunal Supremo de Justicia y solo con el aval de sus aliados. Esa juramentación marcó la fractura del régimen con el mundo.

El tiempo movió las fichas del ajedrez geopolítico. Los disparos de misiles de las tropas rusas en Ucrania dejaron destellos que se vieron desde Venezuela, donde el régimen parece encontrar una forma de legitimarse, mientras la oposición de Juan Guaidó se desdibuja del mapa político.

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