El tema de la masonería ha sido durante toda la historia un tema complicado de abarcar por sus elementos ocultos, íntimos y recónditos que lo componen, no sólo en la ciudad y el país sino en el mundo entero. Y es precisamente por ese misterio que lo rodea, que es complicado, complejo y enigmático emprender una narración que muestre con veracidad el contenido del escrito.
Durante muchos años me había negado a escribir sobre el asunto a pesar de mis relaciones con la temática de la cual he sido un constante lector.
Lo primero que debo advertir es que mi padre fue miembro, precisamente de una de las logias a la que hace referencia el título y que mis primeros acercamientos a ella, de manera indirecta, datan del año 1963, cuando un miembro de ella me solicitó hacer la traducción de un artículo que había sido encontrado en la Biblioteca Vaticana, en el cual se demostraba que la Bula Papal que excomulgaba a los miembros de la Masonería no había sido firmada por el Pontífice y que sus “acólitos” lo habían mantenido en secreto durante siglos, haciéndolo pasar como “legal”; esto con el propósito, tal vez, de combatir la ignorancia que se cernía sobre la institución masónica ante las reiteradas amenazas que aún representaba para la institución e inclusive para la integridad física de sus integrantes, las secuelas que tuvieron en las masas populares la doctrina impuesta por el padre Demetrio Mendoza, quien en años anteriores había perseguido con saña a los masones, a los liberales y a los hijos naturales, hasta obligarlos a exiliarse en busca de la tranquilidad y el respeto que a sus derechos tenían y que en esta ciudad se les había sido negado.
En ocasiones, luego de mis estudios profesionales, me “invitaron” a ser miembro de esa colectividad, pero por razones que no vienen al caso, la decliné.
Ahora cuando tengo la oportunidad de contribuir con un poco de tradición, me permitiré relatarles la historia conocida de la primera Logia Masónica de la ciudad. Antes de comenzar el relato quiero advertir que la mayor parte de esta crónica fue obtenida del magnífico libro escrito por el señor Jaime Contreras Valero, titulado “Sociedad de Artesanos Gremios Unidos, 100 años de Historia”.
Para iniciar, es necesario saber que la influencia masónica en América Latina comenzó por Cartagena, en los años comprendidos entre 1770 y 1774, cuando un grupo de migrantes franceses e ingleses fundaron la logia provincial de ocasión a la que llamaron Logia Británica o Britanic N°1 y que funcionó hasta 1815. Con la llegada del médico francés De Rieux a Cartagena para años más tarde viajar a Santafé, donde conocería al prócer Antonio Nariño, con quien fundaría, la primera logia masónica “Arcano Sublime de la Filantropía” en 1793, considerándose como el origen de la masonería en Colombia.
Sin entrar en los detalles procedimentales, tan acostumbrados en los ritos masónicos veremos cómo se introdujeron en el llamado valle de San José de Cúcuta las primeras Logias masónicas. Según documentos históricos se sabe a ciencia cierta que la primera fundada fue la logia “Estrella del Norte” en diciembre de 1864.
Diecinueve años más tarde otro grupo de ciudadanos promueve y funda en junio de 1883 la respetable “Logia Bella Esperanza”. Para el funcionamiento de esta logia, el grupo anteriormente mencionado estaba compuesto, en su gran mayoría por profesionales, médicos, comerciantes destacados, abogados, políticos y militares, quienes posiblemente no comulgaban con las ideas y los postulados de sus hermanos de otras fraternidades y por razones como esas decidieron escindirse, que dicho sea de paso, son operaciones muy frecuentes en la institución masónica.
Como todas las colectividades de gobierno corporativo, éstas deben tener una estructura de la cual dependen jerárquicamente y para el caso de la época considerada, era el Consejo Supremo Neogranadino para el grado 33 que posteriormente dio origen al Supremo Consejo Central Colombiano.
El 10 de abril de 1914, se fundó la logia “Estrella Boreal N°4”, la que tuvo que cerrarse en 1923, por el peligro que representaba para sus integrantes las constantes amenazas del padre Demetrio Mendoza, tal como se expresara en párrafos anteriores.
El receso de las actividades masónicas duró nueve años, hasta que algunos maestros masones decidieron romper con el velo del oscurantismo católico y reagruparse de nuevo, esta vez con la fundación de la una nueva logia, la “Sol de Santander N° 2-14”.
A partir de este momento, puede considerarse el renacer de la masonería en Cúcuta o como diríamos hoy, la nueva época de la masonería cucuteña. De acuerdo con la fuente citada, los anhelos y propósitos de esta nueva etapa comienza a cristalizarse en abril de 1933, específicamente el día 28, cuando se constituye en Logia Preparatoria y en su acta inaugural se lee de la reunión realizada por Maestros Masones, en el valle de Cúcuta con el objeto de crear una Logia.
Obviamos los nombres de los fundadores, pues en la información que se tiene de esta reunión se menciona que a ella asistieron las más altas personalidades de la ciudad y de aquellos que entonces formaban parte de la masonería en la ciudad.
En su segunda sesión del 1 de mayo, se narra que el nombre escogido fue el de “Logia Sol de Santander del Norte”, de manera provisional hasta tanto fuera aprobado por la “Gran Logia Nacional de Colombia” jurisdicción a la cual pertenecería.
En la tercera sesión llevada a cabo el 27 de mayo, se oficializó la toma de posesión de los dignatarios elegidos en la sesión anterior y finalmente, el 27 de octubre de 1933, después de cumplir con todos los requisitos establecidos por la Constitución y los estatutos de la “Gran Logia Nacional de Colombia”, la logia “Sol de Santander” inició sus labores como Logia Regular.
Oficialmente la logia “Sol de Santander del Norte N° 14” recibió la Carta Patente de la “Gran Logia Nacional de Colombia” para que fuera fijada en el Templo y allí perdurara por el resto de su existencia; adicionalmente, mediante Resolución Ejecutiva N° 191 del 26 de septiembre de 1938, firmada por el Presidente de la República Doctor Eduardo Santos y su Ministro de Gobierno Doctor Carlos Lozano, expidió la Personería Jurídica que le otorgaba la existencia legal correspondiente, por petición que había sido solicitada previamente por el Venerable Maestro Nicolás Colmenares.
Crónica escrita en recuerdo de mi padre, Hermano de esta Logia.
Redacción:
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com
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