Martes, 5 de Agosto de 2014
“Yo quisiera no ver tanto verde muriendo en la tierra, y en las aguas de los ríos los peces desapareciendo…”, dice, en una de las estrofas de la canción premonitoria del gran cantautor brasileño, Roberto Carlos, y que de manera acertada tituló: El progreso.
La obra musical fue grabada a mediados de la década del setenta del siglo pasado, y ahora, más que nunca, toma vigencia, con la sequía que empieza a agobiar a los colombianos, y que de manera paradójica ha sido gestada por nosotros mismos.
La advertencia de Roberto Carlos, encaja perfectamente con lo que ocurrió en el páramo de Jurisdicciones, en el municipio de Ábrego, donde el entonces Ministerio de Comunicaciones, o el equivalente, ordenó levantar una infraestructura colosal para distribuir las señales de televisión y radio por el nororiente del país.
Para el mantenimiento del sistema de telecomunicaciones, estamos hablando de los inicios de la década del sesenta, también de la centuria anterior, los campesinos del “Bello Valle”, a punta de pico y pala, abrieron una carretera de más de 20 kilómetros, hasta coronar una altura por encima de los 4 mil metros, donde se levantaron las enormes antenas de Inravisión.
Los beneficios de la radio y televisión, de manera dramática comenzaron a contrastar con los perjuicios ambientales, que hoy se evidencian en la reducción del caudal del río Algodonal, o el alto Catatumbo, el que surte el 80 por ciento del agua que consumimos los ocañeros, además del 100% de la que requieren los abreguenses para satisfacer sus necesidades básicas y el riego de los cultivos.
La apertura de lo que actualmente es una peligrosa trocha, estimuló a los colonos y avivatos a apropiarse de los terrenos vírgenes para utilizarlos para la agricultura y la ganadería, sin importarles la destrucción de los bosques naturales y los efectos devastadores en los nacimientos de los ríos Frío y Oroque, los que confluyen en el río Algodonal, o el propio Catatumbo.
Desde que se abrió la controvertida vía, son innumerables los camiones que bajan hacia Ábrego, repletos de madera, sin que los organismos ambientales constituidos para la preservación del páramo hayan intervenido de manera drástica y oportuna para evitar la hecatombe ecológica.
En un foro que se realizó recientemente en esta ciudad, para buscar soluciones a la crisis que se avecina por la escasez de agua, Mientras que se buscan soluciones a corto plazo, hubo consenso en que el futuro de las próximas generaciones, no solo de Ocaña y ábrego, sino de otros municipios cercanos, los alcaldes actuales deben comenzar a buscar el apoyo de congresistas y del ejecutivo nacional para que un día no muy lejano se declare a Jurisdicciones, como zona de reserva o un gran parque natural.
Ojalá que la locomotora de la minería nunca llegue hasta donde nace el río Catatumbo, porque el aparente progreso sería letal para el futuro de esta región.
La obra musical fue grabada a mediados de la década del setenta del siglo pasado, y ahora, más que nunca, toma vigencia, con la sequía que empieza a agobiar a los colombianos, y que de manera paradójica ha sido gestada por nosotros mismos.
La advertencia de Roberto Carlos, encaja perfectamente con lo que ocurrió en el páramo de Jurisdicciones, en el municipio de Ábrego, donde el entonces Ministerio de Comunicaciones, o el equivalente, ordenó levantar una infraestructura colosal para distribuir las señales de televisión y radio por el nororiente del país.
Para el mantenimiento del sistema de telecomunicaciones, estamos hablando de los inicios de la década del sesenta, también de la centuria anterior, los campesinos del “Bello Valle”, a punta de pico y pala, abrieron una carretera de más de 20 kilómetros, hasta coronar una altura por encima de los 4 mil metros, donde se levantaron las enormes antenas de Inravisión.
Los beneficios de la radio y televisión, de manera dramática comenzaron a contrastar con los perjuicios ambientales, que hoy se evidencian en la reducción del caudal del río Algodonal, o el alto Catatumbo, el que surte el 80 por ciento del agua que consumimos los ocañeros, además del 100% de la que requieren los abreguenses para satisfacer sus necesidades básicas y el riego de los cultivos.
La apertura de lo que actualmente es una peligrosa trocha, estimuló a los colonos y avivatos a apropiarse de los terrenos vírgenes para utilizarlos para la agricultura y la ganadería, sin importarles la destrucción de los bosques naturales y los efectos devastadores en los nacimientos de los ríos Frío y Oroque, los que confluyen en el río Algodonal, o el propio Catatumbo.
Desde que se abrió la controvertida vía, son innumerables los camiones que bajan hacia Ábrego, repletos de madera, sin que los organismos ambientales constituidos para la preservación del páramo hayan intervenido de manera drástica y oportuna para evitar la hecatombe ecológica.
En un foro que se realizó recientemente en esta ciudad, para buscar soluciones a la crisis que se avecina por la escasez de agua, Mientras que se buscan soluciones a corto plazo, hubo consenso en que el futuro de las próximas generaciones, no solo de Ocaña y ábrego, sino de otros municipios cercanos, los alcaldes actuales deben comenzar a buscar el apoyo de congresistas y del ejecutivo nacional para que un día no muy lejano se declare a Jurisdicciones, como zona de reserva o un gran parque natural.
Ojalá que la locomotora de la minería nunca llegue hasta donde nace el río Catatumbo, porque el aparente progreso sería letal para el futuro de esta región.