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Editorial
Esas largas colas…
La mafia del contrabando apeló al recurso de abastecer a sus redes con combustibles colombianos, comprados en gasolineras y vendido mediante los pimpineros.
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Lunes, 27 de Mayo de 2019

Desde hacía varios días se temía lo que ocurrió ayer, cuando la ciudad quedó a punto de quedar paralizada, por falta de gasolina.

La escasez de combustibles en Venezuela, que se materializó en que no hubo, en un momento determinado, una sola gota en la vasta zona fronteriza, se tradujo en una reducción visible de la acción de los pimpineros o vendedores de combustible de contrabando.

La mafia del contrabando, que mueve cerca de un millón de galones al mes, contando la gasolina que va a los laboratorios de procesamiento de hojas de coca y de refinación del clorhidrato de cocaína, apeló al recurso de abastecer a sus redes con combustibles colombianos, comprados legalmente en las gasolineras, y vendido mediante los pimpineros hasta a 3.000 pesos más por galón.

Pero el colapso se venía venir, y nadie hizo nada a tiempo para evitarlo. Unos mensajes de autoridades locales y regionales, el fin de semana, cuando quizás nadie los leyó en Bogotá, pedían incrementar el cupo de 10’523.238 galones que el Estado subsidia para este departamento y envía y distribuyen 149 gasolineras, 37 de ellas en el área metropolitana.

Y el sistema colapsó. Tenía que colapsar, pues todos los automovilistas de la ciudad comenzaron a acumularse ante las gasolineras, que no daban abasto para distribuir sus cada vez más reducidas existencias. Las colas se extendían a lo largo de cuadras y cuadras, y sucedió: la gasolina de acabó.

El panorama durante todo el día era el de una ciudad en emergencia, con sus calles semivacías de autos, y estos, formados en hilera, ante las gasolineras, en una situación de no creer.

Porque no es fácil comprender cómo la sexta ciudad del país, con su millón largo de habitantes del área metropolitana, se queda sin una gota de combustibles. Y todo, por la falta de previsión, pero, principalmente, por la falta de acción de la Policía, verdadera responsable de toda la crisis de los combustibles.

Si la Policía cumpliera con su obligación de controlar el contrabando y la de llevar ante la Justicia a los delincuentes que comercian, al por mayor y al detal, con los combustibles que traen de Venezuela, Cúcuta tendría suficientes gasolineras, con abastecimiento adecuado, y ya no cargaría con el sambenito de la ilegalidad que le deja el pimpineo.

Hoy, esto de preferir el pimpineo a la venta legal de las estaciones de servicio, es parte de la cultura de la ilegalidad que consume a miles de cucuteños, que creen que si no es con el contrabando de lo que sea, en el sentido que sea, no hay manera de obtener ingresos para vivir.

Por esta razón, centenares de familias han encontrado en la venta ilegal de la gasolina una fuente de ingresos permanente, a pesar del enorme peligro que trae el acumular sustancias tan volátiles como gasolina, en un cuarto de la casa.

Si hubiera control estricto, es decir, si hubiera patrullaje policial permanente en Puerto Santander, por ejemplo, por donde dicen que pasa casi toda la gasolina de contrabando, no habría pimpineo. Realmente, es así de sencillo.

Pero, como no hay control, todos se confían en la gasolina ilegal, descuidan el abastecimiento normal de las estaciones de servicio, y cuando alguien reacciona, ya es muy tarde. Como ocurrió hasta ayer.

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