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Editorial
Alza desproporcionada
Y hablando en términos económicos, qué recibe a cambio el consumidor (usuario en este caso) por pagar más caro el uso de una buseta o de un bus aquí en esta región. ¡Nada!
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Martes, 27 de Abril de 2021

Inconveniente por el momento crítico que sufre el área metropolitana de Cúcuta, inoportuna por el hambre que hoy golpea a miles de hogares e inmerecida porque el sistema de transporte urbano que tenemos ni es de lujo ni es el más eficiente, son los calificativos que mejor se ajustan para describir el alza gradual del 33,35 % en el pasaje de buses y busetas.

Midiéndola frente a la inflación anualizada que se toma para definir reajustes salariales y alzas en diversos servicios, se advierte que desborda de forma desproporcionada ese índice que en 2020, cuando la pandemia del coronavirus atacó, fue del 1,61%.

¡Ah, pero es qué solo sube $200 en abril, otros $200 en agosto y $200 más en diciembre!, dicen así con la admiración tanto los tecnócratas como algunos transportadores, que no se sabe en qué ciudad viven.

Cada uno de esos aumentos es el del 11,11%, luego no puede minimizarse a que se trata de una simple moneda de ‘doscientos pesitos’, porque aunque algunos no lo crean, en muchos hogares esa moneda puede marcar la diferencia.

Si fuera para una sola persona, en 26 días del mes, sin incluir domingos, por los dos viajes de ida y regreso a casa, esos $200 equivalen a $10.400 y en ese mismo lapso los $600 le significarán $31.200.

A los que les gusten las cifras pueden continuar multiplicando lo que sucederá en un hogar si por ejemplo son tres las personas que obligatoriamente deben tomar bus o buseta y lo peor, si hasta ahora iban y volvían haciendo cuatro viajes.

Todo eso al sumarlo y convertirse en cifras gruesas, lógicamente lo que aparece es que de por sí muchos tendrán que recortarle más a la alimentación, apretarse el cinturón, salir en la mañana y volver en la noche, no almorzar, etcétera, etcétera.

Ese incremento tarifario parece hecho para tiempos de bonanza, de vacas gordas, con desempleo manejable, informalidad imperceptible, una sociedad equitativa, sin hambre, sin miseria y son violencia.

Lo curioso e inexplicable aquí en Cúcuta y sus municipios metropolitanos -todos con problemas socioeconómicos sin control y una inseguridad sin límites- es que se accedió a esa desproporcionado incremento tarifario, donde prima el poder dominante del sector transportador sobre unos usuarios que por la fuerza de las circunstancias deben de hacer uso del servicio.

Y hablando en términos económicos, qué recibe a cambio el consumidor (usuario en este caso) por pagar más caro el uso de una buseta o de un bus aquí en esta región. ¡Nada! Y eso lo debemos resaltar entre signos de admiración.

Siguen siendo vehículos obsoletos. Incómodos. Muchos traídos de otras partes del país para venir a morir aquí por el tiempo que les falta de vida útil. Contaminadores del medio ambiente, al tiempo que aparecieron otros carros en la modalidad de colectivos, todo ello en medio de un desorden en la movilidad en las calles, por la inexistencia de una política pública en materia de transporte urbano.

No se les haga raro que muchas de las personas que ahora tienen que cuidar al máximo los doscientos pesitos, decidan convertirse en futuros motociclistas, empujados allá por  una determinación a todas luces impopular y que puede recibir como respuesta, eso, el que nuestras calles cucuteñas, patienses y rosarienses se desborden de motos, porque la gente puede llegar a preferir ser propietaria, que pagar tanto por un servicio que no se lo merece.

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