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Editorial
Acuerdo de la Frontera
A Colombia y Venezuela son más las cosas que los unen que las que los separan: la historia, la geografía, las familias, la educación, la cultura.
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Jueves, 18 de Agosto de 2022

Tiempos aquellos en que los puentes internacionales sirvieron de escenario para ceremonias presidenciales colombo-venezolanas o los encuentros económicos y de análisis de seguridad binacional que ocurrían en San Cristóbal, Cúcuta, Bogotá y Caracas, parecen tener la oportunidad de reeditarse con el proceso progresivo de restablecimiento de relaciones.

La de hoy, en la capital de Norte de Santander, no será una reunión más. No. Quedará marcada en el referente histórico colombo-venezolano como una acción para fortalecer los lazos de hermandad que se rompieron por todos los inconvenientes fronterizos y el cierre de embajadas y consulados.

La foto en que se vea de nuevo acá en la ciudad a los empresarios de ambos países, con dirigentes gremiales y representantes de los gobiernos de Nicolás Maduro y Gustavo Petro constituirá un poderoso mensaje de que no hay vuelta atrás en la reanudación y restablecimiento de algo que nunca se debió haber roto y que finalmente resultó golpeando a ambos pueblos.

Para evitar la repetición hay que recordar –así moleste y duela- que la frontera al haber quedado como territorio de nadie, se la tomaron por asalto 28 grupos armados ilegales 13 de ellos transnacionales. Eso de por sí es extremadamente grave como lo hemos vivido en carne propia durante los últimos tres años.

La región quedó afectada por estos peligrosos factores de inseguridad sumada a la crisis económica por el congelamiento del intercambio bilateral por Norte de Santander y Táchira, que ha contribuido en gran medida con el crecimiento del desempleo y dejar de percibir millones de dólares de quien fuera nuestro principal socio comercial.

Al revisar el panorama de esos nocivos efectos y contrastarlos con la realidad socio-económica de los dos países, queda en evidencia que el manejo ideologizado de las relaciones internacionales trae consigo muchísimos asuntos negativos como los que se están padeciendo.

Lo lógico es que prime el interés de los pueblos pero también la libre determinación dejando de lado la injerencia en los asuntos internos, aunque sin dejar de exponer las preocupaciones por el respeto a la Derechos Humanos y la preservación de los canales diplomáticos adecuados para ello.

Ya probamos que las teorías de los ‘cercos’ o de los  ‘interinatos’ no resultan llevando a las metas previstas y que es mejor mantener unas relaciones diplomáticas y consulares en medio de la preservación de las libertades y el potenciamiento empresarial y social que apunte a la fortaleza económica, así como al desarrollo sostenible, ahora que hablamos de enfrentar al cambio climático.

Sonará a lugar común, pero a Colombia y Venezuela son más las cosas que los unen que las que los separan: la historia, la geografía, las familias, la educación, la cultura, el deporte, la economía, el comercio, el turismo y la hermandad de los pueblos.

Bienvenida esta cita del Acuerdo de la Frontera, entendiendo que por algo será que la denominan como la más dinámica de América Latina, que hoy tiene un asunto adicional que requiere esa necesaria normalización de las relaciones, como es el de los migrantes venezolanos.

Los residentes en esta parte de los dos países cuentan los días para estar pendientes de que se reanude el tráfico internacional de mercancías y que se definan los planes de seguridad, y que Bogotá y Caracas entiendan que el manejo de la diplomacia es un asunto de Estado más que de sentimentalismos o ideologías. O si no vean como hoy manejan sus asuntos Rusia y Ucrania, pese a que están en guerra.

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