El instituto La Esperanza que presta atención a niños y jóvenes discapacitados recurrirá, por la pandemia, a la buena voluntad de quienes todos los años adquieren una boleta para la rifa de un carro en noviembre.
Ana Elena Vega de Camargo, representante legal del instituto, explicó que este año no se imprimirán las mil boletas para el sorteo del vehículo, pero espera que contribuyan aportando el valor equivalente a dos cuentas bancarias que, además, están circulando por redes sociales y en las que se recuerda que “somos una entidad sin ánimo de lucro que trabajamos para el bienestar de nuestros niños con discapacidad cognitiva y de bajos recursos; para el sostenimiento de la atención que ofrece la entidad, adelantamos actividades tendientes a obtener recursos que nos permitan la continuidad en la prestación de los servicios de educación, alimentación, y salud, por lo que año a año se organiza la rifa de un carro cero kilómetros. Como comprenderán, este año no se pudo hacer dicha actividad debido a la crisis sanitaria por la que atraviesa el país; no obstante, seguimos teniendo las mismas necesidades, por lo que esperamos contar con su valiosa colaboración”.
El coronavirus ha hecho que se altere este mecanismo para adquirir ayuda para un instituto que está funcionando desde hace 53 años y que al comienzo se abrieron las puertas para atender niños con síndrome de Down.
En la granja los niños son asesorados para la siembra de hortalizas./ Foto cortesía.
Entre las primeras familias que se unieron para crear el instituto La Esperanza se encuentran Gloria Rodríguez de Ibáñez, Eumelia de Pacheco, Josefa de Urbina, Ana Elvira García Herreros de Ramón, Betty Cuberos de Vargas y Ana Elena Vega de Camargo. Todas tenían en común un hijo con el síndrome de Down, enfermedad que se caracteriza por una apariencia física típica, discapacidad intelectual y retrasos en el desarrollo.Después se fueron uniendo más familias como Esperanza de Lara, Cecilia de Mondragón, María Eugenia de Unda, que buscaron en el instituto asesoría, acompañamiento, enseñanza, y además se convirtieron en voluntarias.La primera sede se abrió en el barrio Quinta Oriental, en una casa situada en la avenida tercera entre calles 9 y 10.
El 26 de mayo de 1968 obtuvo la personería jurídica, cuyo primer presidente fue el psiquiatra Carlos Castro Hernández. Los fundadores dieron inicio al gran ideal de crear un servicio adecuado y efectivo para los niños.
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En un lote donado por la Alcaldía de Cúcuta y con el apoyo del Club de Leones Cúcuta Centro y el de la ciudadanía a través de la radiotón que duró tres días, se inició la construcción de la sede en Quinta Oriental y en 1971, se estrenó la obra. Hoy día tiene tres sedes para albergar a un promedio de 300 niños: en Quinta Oriental, el internado en el Anillo Vial Oriental y la granja en ese mismo sector. El Bienestar Familiar, por medio de contrato de servicio, se encarga de ubicar a sesenta personas para que atiendan las distintas áreas.
En el internado, que se construyó sobre hectárea y media de terreno, al frente de la granja, se atienden a 70 menores abandonados. Entre ellos, 35 se encuentran inválidos, en sillas de ruedas, y cuatro son asistidos permanentemente a través de sondas. Esa sede, cuenta además con piscina. En la granja, que se habilitó sobre una hectárea de terreno, también para evitar el contagio por el coronavirus, solo están asistiendo los del internado. Allí se crían pollos y se siembran hortalizas.
Quienes quieran hacerse presente con su donación se han dispuesto tres cuentas a nombre del Instituto La Esperanza: Banco Davivienda: cuenta corriente: 66369996468 y en Coltefinanciera:cuenta corriente:710894. Bancolombia:cuenta de ahorros:8800001261.Y si no quieren salir de casa pueden ingresar a la página www.institutolaesperanza.org directamente.
Aspecto de la cocina donde se preparan los alimentos con todas las reglas de higiene. / Cortesía.