Cerca de 4.000 millones de personas, la mitad del mundo, irán a las urnas en 56 países para elegir nuevos líderes políticos durante el 2024. A la fecha, Taiwán eligió a William Lai del Partido Democrático Progresista con un discurso soberanista que antagoniza con los intereses de la poderosa República Popular de China.
En nuestro vecindario, El Salvador reeligió al polémico Nayib Bukele aunque su constitucion prohibe la reelección. En junio una mujer llegará a la presidencia de México. Ese mismo mes, los 27 estados miembros de la Unión Europea elegirán nuevo parlamento con la expectativa de un notable crecimiento de la extrema derecha antimigrantes. Y en octubre serán las elecciones presidenciales de Venezuela, con un Maduro atento a emular los peores ejemplos de autócratas de otros lugares del mundo.
La democracia es un gran invento. En su esencia, significa el gobierno de los muchos en favor de los muchos, amparado en la premisa: un ciudadano(a), un voto. Sin embargo, la democracia no se limita a elecciones. En este regimen, la comunidad política delega un mandato temporal y acotado por la separación de poderes. La India es un caso notable por su tamaño y alta participación. Actualmente se prepara para sus elecciones parlamentarias (Lok Sabha) entre abril y mayo.
Once millones de funcionarios preparan las siete fases de unas votaciones que duran dos meses mientras recolectan 900 millones de votos. Las reglas electorales de la India indican que debe haber un lugar de votación a menos de 2 kilómetros de cada casa, por lo que, en algunos casos, apelan a elefantes, camellos o botes para transportar el material electoral por desiertos y bosques, garantizando que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de ejercer sus derechos políticos. Es sorprendente que los indios instalen cabinas electorales en lugares remotos donde solo se deposita un voto.
No obstante, casi todos los indicadores de calidad democratica (V-Dem Institute, Freedom House, Polity IV, The Economist EIU) señalan un deterioro en la India y muchos paises, con un aumento en las violaciones de derechos humanos, polarización política y corrupción. ¿A qué se debe este retroceso democrático? Levitsky y Ziblatt explican que existen peligros sutiles para la democracia con el mismo poder destructivo de los golpes de estado.
Esto sucede cuando las instituciones democráticas se debilitan gradualmente debido a acciones legales y políticas emprendidas por líderes, partidos o instituciones que buscan conservar o expandir su poder político. Por eso es muy grave que los jefes de estado lancen pequeños y sostenidos ataques a las cortes de justicia o que deslegitimen a los medios de comunicación.
Además de facilitar el ascenso de autócratas que socavan las instituciones desde adentro, la democracia enfrenta otro desafío significativo: su alto costo. Las recientes elecciones regionales de octubre de 2023 en Colombia, por ejemplo, absorbieron una suma colosal de 1,49 billones de pesos. Esta realidad se ve exacerbada por el elevado costo de las campañas, cuya financiación inadecuada propicia incentivos para el fraude, la corrupción y el clientelismo. Estos gastos resultan injustificados si la democracia no logra seleccionar líderes competentes, capaces de guiar el destino de la sociedad. La percepción de que la democracia favorece principalmente a los sectores más privilegiados, alimentada por la exclusión de muchos jóvenes y grupos marginados, conduce a una falta de aprecio hacia esta forma de gobierno.
Las elecciones del 2024 marcan un momento decisivo en el orden global del siglo XXI. En un mundo donde la democracia enfrenta desafíos cada vez mayores, es crucial recordar que su supervivencia no está garantizada.