Resumiendo los últimos días, el presidente Petro decidió dejar quebrar a las EPS; decidió dejar sin expertos la Comisión Reguladora de Energía y Gas (CREG); creo la tesis extravagante y cuasi-siquiatrica de la inseguridad por cambio climático y decidió que ya no existía el “enemigo interno” (que muchos piensan él encarna) que, según él, fue producto de la guerra fría entre dos sistemas el socialismo y el capitalismo, ambos desaparecidos en su mente presidencial; decidió amenazar a alcaldes y gobernadores “contrarios” con no darles recursos nacionales; decidió pelear con el estado israelí y tomar partido por el terrorismo de Hamas; y decidió gastar 30 millones del presupuesto nacional en gaseosas y snacks.
Esa actitud del sistema presidencialista era lo que más temían los padres fundadores de los Estados Unidos, que la llamaron Presidencia Imperial, que ellos conocieron en los príncipes absolutistas en Europa, quienes solo por su voluntad, DECIDÍAN, quien vivía o moría, quien comía y quien no, cuando hacia la guerra y sobre todo, cuando poner más impuestos para ser más despótico.
Me llegó un meme que decía: “Se acuerdan que en el colegio cuando los compañeros nos preguntaban para donde van y contestábamos pa viejos; pues bien, bájense que ya llegamos a viejos”. Podemos decir a los colombianos que al modelo de presidencia imperial que se montó en el país ya llegó un príncipe despótico encarnado en un radical diletante con presuntos problemas de adicción, que amenaza destruir el estado llevándolo a un estado narcosocialista y destrozar la economía colombiana. Después de haber tenido un presidente legalmente cuestionado por sus 8 mil relaciones “tóxicas”; uno con ínfulas de mesías que al cambiar un articulito constitucional nos llevó a la hecatombe institucional; un megalómano mitómano que ignoró la voluntad popular en un referendo pero ganó un Nobel y aceleró el proceso de estado socialista de hecho inundando de mermelada con el presupuesto público que él decidió gastar, a los medios de comunicación y los otros poderes públicos, para lograr su deseo y haciendo que medios y bodegas se al
inearan; un presidente light que no sabía distinguir entre un brote popular y una asonada; hasta llegar al buscador del Leviatán estatal acompañado del crimen organizado, es claro que el país no se puede convertir en un siquiátrico mientras vamos camino al abismo venezolano.
Es hora de DECIDIR como ciudadanos acabar con la presidencia imperial, pasando a un modelo parlamentario descentralizado que sea el programa de gobierno de un nuevo partido federalista.
En un país de regiones pero sin unidad nacional por ausencia de infraestructura adecuada como Colombia, la mejor manera de evitar que el componente siquiátrico de un presidente imperial produzca daños limitados es federalizando el país, es tener regiones con autonomía que puedan evitar el chantaje presupuestal nacional y que la visión de un principito mal elegido por un electorado dañado por el mismo modelo centralista imperial, meta a las regiones en la corriente del subdesarrollo crónico y en la adoración al Leviatán Estatal Centralista.
Y la crisis partidista colombiana, con unos partidos tradicionales convertidos en agencias electorales puestos al servicio del mejor postor, una miríada de partidos personalizados en una atomización irracional, unos partidos de minorías dedicados a cobrar avales, unos partidos de izquierda hoy agrupados bajo el llamado Pacto Histórico dedicados al canibalismo interno y con un discurso sin propuestas apelando a la irracionalidad de las bases y unos parlamentarios convertidos en “agentes individuales” que apelan a su conciencia, así sea contraria a la de los electores que lo eligieron, en especial cuando hay “reconocimiento” político, apunta a la necesidad de un sistema parlamentario que realmente defina el modelo de gobierno y oposición, y a su vez, separe las condiciones de jefe de estado y jefe de gobierno, principio de la presidencia imperial cuando no hay suficientes controles cruzados. Todo está dado para el surgimiento de un Partido Federalista que defienda también el modelo de estado parlamentario.