Una de las ciudades que más ha avanzado en América Latina en la construcción de ciclorrutas es Bogotá. Con un total de 564 kilómetros construidos, la capital colombiana ha hecho indiscutibles esfuerzos por integrar a los ciclistas a su infraestructura vial, sin embargo, la construcción de kilómetros de ciclorruta no es suficiente si se deja a un lado la generación de cultura en el uso de las bicicletas.
Uno de los elementos fundamentales en toda ciudad es garantizar un acceso amplio y democrático al espacio de la ciudad. Un sistema de movilidad debe tener como columna vertebral un transporte masivo (metro o tren), que permita mover mucha gente. En las ciudades pequeñas, la mejor alternativa son los autobuses, pero, en ambos casos, es la bicicleta la que permite la democratización de la movilidad.
En palabras de Fernando Rojas, experto en movilidad y candidato a la Cámara de Representantes, en Colombia y el mundo es necesario que las ciudades garanticen una serie de espacios que permitan que la gente pueda salir de sus barrios y conectarse con el transporte público en bicicleta o hacer trayectos más largos en bicicleta, de una forma mucho más segura. “El valor agregado de la bicicleta es que, no solo descongestiona la ciudad, sino que le aporta al medio ambiente y, si se le inculca el civismo al ecosistema, resulta una herramienta de transformación cultural importante”.
A su consideración, las ciudades colombianas se han dedicado a construir las vías para que las bicicletas rueden, pero no se están preocupando por garantizar seguridad para los ciclistas, por hacer del ciclista el protagonista del civismo en las ciudades y por generar una mejor convivencia entre los diferentes actores de la movilidad.
No existen en el mundo parámetros establecidos de kilómetros de ciclorruta por perímetro. Cada ciudad tiene sus particularidades y necesidades y en función de ellas se deben establecer las estrategias de movilidad. En Colombia, Bogotá, Cali (192 kilómetros), Medellín (120 kilómetros), Manizales (107 kilómetros) y Barranquilla (63,10 kilómetros) son las ciudades que más desarrollo vial tienen en este sentido. Según Rojas, estas urbes tienen varias características en común: hay gente joven buscando alternativas para movilizarse y se están haciendo esfuerzos para poder conectar a las capitales con otros perímetros de la región.
“En este tema, más que una política nacional de construcción de infraestructura para las bicicletas lo que hay son esfuerzos locales muy grandes para tratar de incorporar a las bicicletas a la movilidad de sus espacios. Más que kilómetros lo que necesitamos es generar una cultura de la bicicleta, que requiere infraestructura, pero también comportamiento”.
En Colombia se debe garantizar que las ciudades tengan un espacio que permita la convivencia de las diferentes alternativas de movilidad y que sean las personas, de acuerdo con sus necesidades y capacidades, quienes tomen la decisión de cuál tipo de transporte usar. La infraestructura solo garantiza que quien se mueva en bicicleta vaya de una forma mucho más segura.