Tanto que se habló en Cúcuta de los famosos Corazones de Barrio que después de los pintorescos render fueron construidos, todavía no se sabe cuándo comenzarán a funcionar ni cuánto costará su dotación ni cuál será la nómina de personal requerida para ello.
En su momento -estamos hablando de la pasada administración del exalcalde Jairo Yáñez- se contempló que la millonaria inversión en este proyecto que tiene como propósito beneficiar a 126.061 habitantes de las comunas 3, 4, 7 y 8 de la ciudad.
El propósito era convertir esos lugares en puntos de descentralización administrativa municipal para que los residentes en esos barrios no tuvieran que trasladarse hasta el centro de Cúcuta a hacer trámites y diligencias en la Alcaldía y en otras dependencias gubernamentales.
Hasta el momento eso se ha quedado en meras expectativas no cumplidas que hacen temer que los recursos públicos, siempre tan escasos, puedan verse comprometidos si el tiempo continúa su curso y estos corazones se quedan sin empezar a ‘latir’.
Muy diciente resultó siendo la portada de La Opinión del día en que se publicó el informe, y en la que aparece la foto del Corazón de Barrio en los Estoraques-Progreso, que hoy todavía no se ha terminado, pese a que las obras comenzaron en diciembre de 2021 y estaban proyectadas para concluirlas en el mismo mes de 2022.
Es válido entonces que las comunidades de los cinco sectores escogidos para este programa se encuentren ‘al borde de un infarto’ al advertir que en el desarrollo de este plan se cayeron en los mismos errores de siempre, con retrasos y problemas de diversa índole.
¿Cómo así que después se dieron cuenta que en uno de ellos había que hacer una canalización para evitar que se inundara? ¿Cómo así que otro que debería estar ya funcionando este año, quedó aplazado hasta 2025? ¿Dónde quedó la eficiencia administrativa?
Cuestiones como esas desdicen de la eficacia administrativa de un gobierno y se convierten en ejemplo claro de cuán importante es una planeación técnica y estricta que no deje por fuera los detalles y determine los presupuestos tanto de ejecución como para la adquisición del mobiliario y de las medidas que garanticen su entrada en operación sin tardanza.
Es que en este momento ya hay otras de esas edificaciones terminadas, pero como no todo se dejó previsto por el pasado gobierno local, ahora le corresponde a la actual administración avanzar en la asignación de los recursos para que los Corazones de Barrio no se queden solamente en el nombre y las edificaciones desocupadas.
La inquietud ciudadana generada por toda esa clase de tropiezos es que nadie quiere que una iniciativa de esta naturaleza termine convertida en elefante blanco, puesto que eso no se debe permitir en el entendido que los recursos públicos son sagrados y su inversión debe ir siempre a cumplir un beneficio social.
Que los Corazones de Barrio marchen como un relojito, es lo ideal, pero también deben ser la excusa perfecta para reclamarles a los administradores de la cosa pública sobre la grave responsabilidad constitucional y jurídica que tienen al deber responderles a sus gobernados en todos los campos de su gestión.
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