Sacar de las calles de Cúcuta a una pistolera que por sus acciones estaba generando alta perturbación al de por sí ya riesgoso panorama de inseguridad, en algo alivia la situación y envía muchos mensajes a la delincuencia.
Todavía está fresco el triste caso de una niña que perdió la vida al recibir varios balazos cuando su padre que conducía el vehículo en que viajaba, fue atacado por un sicario.
Esos cuadros sangrientos, en que a los asesinos ya no les importa atacar a sus víctimas sin importar que vayan acompañados por sus hijos o familiares, nos marca como un territorio en el que la violencia desbordó todos los cauces.
Llama la atención que esta multiplicación de crímenes callejeros están caracterizado por altos niveles de espectacularidad y sangre fría, como si se trata de lanzar una advertencia a la ciudadanía por parte de las organizaciones criminales de que sus miembros son los ‘amos y señores’ de las vías y que en cualquier momento pueden surgir sin temerle a nada ni a nadie.
Sin duda que toda esa clase de hechos han venido infundiendo miedo en la gente que ya está temerosa de ir por cualquier avenida o calle de la ciudad y en razón a eso prefieren reducir las salidas para tratar de evitar caer o ser testigo de ocasión de alguno de estos homicidios.
Y la copa ya estaba rebosándose cuando de un momento a otro los habitantes de la capital de Norte de Santander se enteraron que una mujer especialista en el manejo de armas había entrado en escena, como para generar mayor miedo y desazón entre los cucuteños que esperan que el gobierno del alcalde electo, Jorge Acevedo, en coordinación con la Policía, la Fiscalía y el aparato de administración de justicia disponga una estrategia para enfrentar la inseguridad rampante.
Que hoy se encuentre tras las rejas y en proceso de empezar a responder ante la justicia la pistolera extranjera, Ithcel Arais Benítez Peña, es un respiro para la comunidad cucuteña y del área metropolitana, aunque no la solución a todos los problemas de robos, asesinatos, extorsiones, fleteos, entre otros.
Una pronta solución de los crímenes en que la mujer se encuentre involucrada, ocho por lo menos según los primeros indicios, enviará una notificación a sus jefes y a las bandas de que el poder de la justicia será implacable, como debe ser, en esta clase de hechos.
Cuando las diferentes fases de las operaciones para golpear a la criminalidad se van cumpliendo adecuada y prontamente, es ahí cuando la ciudadanía empieza de nuevo a recuperar la confianza en la institucionalidad.
Sin embargo, en la ciudad nadie entiende la razón para que un poderoso delincuente conocido como Porras, que se encuentra purgando condena en una cárcel colombiana, sea el que tenga desatada parte de esa oleada de hechos sangrientos en Cúcuta.
Resulta que la sicaria detenida hace parte de dicha estructura delincuencial y ella estaba al servicio de este hombre que da órdenes desde una celda.
Están en mora la Alcaldía, la Gobernación, la Fiscalía y la Dijín en dialogar con el Ministerio de Justicia y el Instituto Nacional Penitenciario para realmente aislar y cortarle toda posibilidad de conexión de comunicaciones y de recursos con sus compinches en esta parte de la frontera. Extraña ese poderío que el citado jefe criminal demuestra tener y que nadie se lo ha derrumbado. Lo cierto es que algo hay que hacer, y pronto, para que ese factor desestabilizador de la seguridad en la región, sea conjurado.