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Editorial
Ojo con la frontera
Pero hay que ser previsivos y el Gobierno nacional no puede bajar la guardia en el monitoreo del desemvolvimiento de la situación venezolana.
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La opinión
La Opinión
Martes, 14 de Enero de 2025

Con el antecedente de lo sucedido en la ‘tormentosa’ época que desembocó en el cierre prolongado de la frontera, la caída a cero del intercambio bilateral, el fuerte impacto sobre el mercado local y el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, es válida la posición de los gremios económicos de que los puentes no deben cerrarse.

Se trata de un claro mensaje dirigido a los dos gobiernos y para aquellos dirigentes que plantean una salida de esa naturaleza, debido a los rudos efectos negativos que sobre la población termina teniendo en materia socio-económica y de seguridad. Realmente es muy dañino que los 2.219 kilómetros de frontera entren en una situación de inestabilidad y de taponamiento total.

No más fijémenos en los resultados adversos que para la economía regional dejaron los tres días de cierre que ordenó Maduro, con ocasión del inicio de su tercer periodo del cuestionado mandato. Las pérdidas para el comercio cucuteño ascendieron a $45.000 millones, hecho sobre el cual la Cancillería colombiana debiera enviarle una comunicación a su par venezolana, para advertirle las consecuencias funestas que esa clase de determinaciones ocasionan entre quienes habitan esta zona.

Aunque no lo quiera admitir, Maduro debe tener presente que Norte de Santander es una de las despensas principales para los pobladores de Táchira y de otros estados venezolanos, que vienen a abastecerse de alimentos, medicinas, repuestos de vehículos, vestuario y calzado, debido a la fragilidad que registra el alicaído sector productivo del vecino país.

Esto quiere decir que la ideologización en el manejo de las relaciones hay que dejarla de lado, máxime entre dos países hermanos, pero indudablemente el régimen atornillado en el Palacio de Miraflores no quiere entenderlo y procede con esta clase de actuaciones sin medir las implicaciones que provocan.

Es decir, ni siquiera el mecanismo de la reciprocidad diplomática es tenido en cuenta por el excanciller Maduro -hoy cabeza visible del régimen dictatorial- para responderle al gobierno colombiano que ha mantenido una posición “prudente y responsable”. Eso resulta preocupante para la región Norte de Santander-Táchira puesto que significaría, tácitamente, que en cualquier momento el círculo del poder madurista podría llegar a repetir lo de 2015 o 2019, asfixiándola económicamente. Ojalá eso no suceda.

Pero hay que ser previsivos y el Gobierno nacional no puede bajar la guardia en el monitoreo del desemvolvimiento de la situación venezolana. La idea es que desde los canales diplomáticos el gobierno colombiano reclame, condene y exponga sus puntos de vista frente a lo que está ocurriendo en Venezuela, procurando incluso entrar a participar activamente en la búsqueda de salidas a la crisis en que se encuentra sumida esa Nación.

Pero por otra parte hay que procurar la diversificación de los mercados y la ratificación de la seguridad jurídica para los negocios en Venezuela y llegar a medir qué ocurrirá con el intercambio comercial frente a las sanciones económicas que están aplicándose contra ese país. Entonces -como lo dijeron algunos dirigentes- la frontera no tiene por qué llegar a padecer, manteniéndose una correcta diferenciación entre las posturas políticas frente a lo que está pasando en Venezuela y las relaciones diplomáticas y comerciales.


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