Hasta el tres de enero de 2025 estará vigente el cese del fuego unilateral que determinó la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln), que en últimas es un mínimo oásis para un país que viene reclamando ponerle término al conflicto armado y a las hostilidades.
Como sociedad debemos detenernos a considerar el mensaje con el que reaccionó el presidente Gustavo Petro en su red social preferida, como lo es X, en donde planteó que “el fin de la guerra, es el propósito nacional para el 2025”.
Debemos esperar que haya entendido que la ‘Paz Total’ no puede continuar siendo ni objeto de burla ni plataforma de fortalecimiento de las organizaciones armadas que juegan con las esperanzas de los colombianos.
El Estado no tiene por qué claudicar en el control y presencia territorial, al igual que en garantizar la seguridad en todos los rincones del país para que esas agrupaciones no hostilicen ni traten de imponer su poderío intimidatorio sobre la población.
En eso que escribió el jefe de Estado debería quedar muy claro que buscar la paz no significará dejar abiertas la compuertas para que persistan el narcotráfico, el reclutamiento forzado, el desplazamiento, ls desaparición, el despojo y los atentados a la fuerza pública.
El país y en especial zonas como Norte de Santander, Arauca, Cauca y Chocó esperarían que Petro hiciera un borrón y cuenta nueva para eliminar los factores que le minan credibilidad y potencia a su política de ‘Paz Total’.
Como en una oportunidad lo planteara la directora de la Fundación Ideas para la Paz, María Victoria Llorente, es necesario un equilibrio y articulación entre el proceso de conversaciones y las estrategias de seguridad territorial para no continuar desgastando la credibilidad en la salida negociada del conflicto.
Actuar en este caso específico resulta ser una cuestión lógica para atender los reclamos de poblaciones que se sienten desamparadas y contener el miedo y la zozobra generada por la percepción de que las Fuerzas Militares parecen estar maniatadas y en inferioridad de condiciones que los grupos armados organizados que llegan a sentarse a la mesa a conversar con el Gobierno nacional.
Aunque el Día de los Inocentes ya pasó, hay una frase del presidente Petro que, como va el desarrollo de uno de los pilares de su gobierno, está corriendo el riesgo de convertirse en una inocentada: “tenemos que terminar de una vez y para siempre con seis décadas de violencia y conflicto armado”.
Los colombianos esperan que el jefe de Estado le exija a la guerrilla guevarista del Eln compromisos reales, que deje de burlarse de la mesa, garantías de que la mayoría de sus integrantes apoyan a quienes hacen parte del grupo de negociadores, que dejen las dilaciones y, sobre todo, que acepten renunciar al terrorismo, el secuestro y la extorsión.
Otro punto, que en Norte de Santander se ha venido planteando, es que se le garantice a la comunidad tener una participación más activa en este proceso, porque la diversidad regional también tiene que se entendida y en esto del conflicto armado es muy evidente, como es el caso de la influencia en la frontera con Venezuela por parte de esas estructuras, que sin duda debe tener un capítulo aparte.
Por lo tanto, más que palabras hay que esperar hechos concretos lo mismo que de parte de la disidencia de las Farc, porque ninguna de esas organizaciones armadas ilegales pueden seguir utilizando la paz como una espiral sin fin para sacar provecho y mantener su entramado de economías ilegales y del narcotráfico, por ejemplo.
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