

Colombia se encuentra inmersa en una de las crisis diplomáticas más severas de los últimos años, y el, principal artífice de este descalabro esel presidente Gustavo Petro. Al adoptar una postura errática y desairar a Estados Unidos, nuestro aliado histórico y principal cooperante en la lucha contra el narcotráfico, Petro ha puesto en jaque la estabilidad económica y política de la nación.
La reciente decisión de impedir el aterrizaje de vuelos de repatriación provenientes de Estados Unidos ha desencadenado una serie de sanciones por parte de la administración de Donald Trump. Estas medidas incluyen aranceles de emergencia del 25% a todas las importaciones colombianas, suspensión de la emisiónde visas en la embajada estadounidense en Bogotá y sanciones financieras que afectan directamente a miles de colombianos y al tejido productivo del país.
Estados Unidos no solo es nuestro principal socio comercial, sino también un pilar en la lucha por el restablecimiento del orden y la seguridad en Colombia. Ahora, Petro, con su actitud temeraria, ha convertido a este aliado en un adversario declarado.
Esta crisis diplomática no surge en el vacío. Forma parte de una estrategia más amplia de Petro para alinear a Colombia con regímenes autoritarios como el de Nicolás Maduro, ignorando deliberadamente el papel del régimen venezolano en la crisis humanitaria y de seguridad que azota al Catatumbo y otras regiones fronterizas.
Petro ha optado por legitimar al régimen de Maduro, el mismo que ha financiado y promovido la violencia en nuestra frontera, en lugar de defender los intereses de los colombianos.
Colombia no solo ha retrocedido en la arena internacional; ha vuelto a ser un paria en América Latina. Las políticas de Petro están llevando al país a una economía de incertidumbre y miedo, mientras se pierde la confianza internacional en nuestra capacidad de ser un socio confiable. La dependencia de un modelo económico frágil y la desestabilización de nuestras relaciones exteriores han dejado a Colombia a la deriva.
Al enfrentarse a la política de Donald Trump, Petro ha cometido un error histórico. En lugar de buscar entendimiento y negociación con un actor clave para nuestra estabilidad, ha optado por un enfrentamiento que solo trae pérdidas para Colombia. En este momento crítico, el país necesita liderazgos responsables que entiendan
la importancia de preservar las relaciones estratégicas, no figuras que, por sus agendas ideológicas, condenen al país al aislamiento y la decadencia.
Hoy más que nunca, se requiere una reflexión profunda sobre el rumbo que está tomando el país. Petro debe rendir cuentas a los colombianos y explicar
cómo planea mitigar el daño causado por su imprudencia. Colombia no puede permitirse ser un paria en América; debemos recuperar nuestro lugar como
una nación respetada y aliada clave en la región.
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