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Editorial
Histórico abandono del Catatumbo
No hay una acción real de Estado para garantizar la continuidad de los programas, la concreción real de las obras y unas inversiones de largo plazo que permitan desmontar las necesidades básicas insatisfechas e instalar el desarrollo productivo de la región.
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La opinión
La Opinión
Martes, 28 de Enero de 2025

Los archivos físicos y digitales de las entidades gubernamentales deben estar llenos de documentos sobre los proyectos, planes y promesas incumplidas, a lo largo del tiempo, para el Catatumbo.

El olvido y el abandono, como lo reseña el trabajo periodístico de La Opinión, lo convirtieron en escenario de guerra, disputa y control por organizaciones armadas ilegales y hasta de carteles de la droga extranjeros, algunos con vínculos con las fuerzas del orden de Venezuela.

Es inentendible cómo los violentos con sus diferentes ideologías, uniformes y métodos, llegaron, se aposentaron y echaron raíces junto a los cultivos de coca y a los laboratorios de cocaína, el robo de combustible y la minería ilegal.

En cambio el Estado o estuvo de espaldas a ese territorio o no ha actuado dentro de los lineamientos de la eficiencia y la eficacia para garantizar una gobernanza fuerte para los pobladores.

No hay una acción real de Estado para garantizar la continuidad de los programas, la concreción real de las obras y unas inversiones de largo plazo que permitan desmontar las necesidades básicas insatisfechas e instalar el desarrollo productivo de la región.

Ocurre que cada gobierno que se instala cada cuatro años llega con sus ideas, congela o deja por ahí las de su antecesor y así sucesivamente, hasta que la cantidad de iniciativas y sus probables recursos para activarlas se quedan a medias, no funcionan o simplemente se quedan sin presupuesto. Se recuerdan los famosos documentos Conpes y las multimillonarias promesas de obras o los planes de desarrollo especiales para la región que quedarn en veremos.

Ahora se presenta un nuevo intento estatal, en medio del caos guerrerista desatado por quienes se disputan el Catatumbo, representado en el Estado de Conmoción Interior.

Ya el componente militar está activado y lo que se espera es la reinstauración del imperio de la ley y el orden en la región que debe complementarse con la permanencia de las Fuerzas Militares en ese territorio para desalojar a los grupos violentos.

Para no repetir los errores del pasado hay que darle un manejo diáfano a los dineros que se esperan obtener para  que la institucionalidad estatal se haga presente con obras y proyectos, teniendo cuidado no incurrir en lo que sucedió en La Guajira con los carrotanques, porque si el Catatumbo ya no aguanta un conflicto más mucho menos puede llegar a volverse en tierra fértil para la corrupción.

Lo mismo ocurre con el que se ha llamado ‘combustible del conflicto’ -como es la coca- y cuya sustitución es incluso uno de los puntos centrales del Acuerdo de Paz con las desmovilizadas Farc. Han pasado ya nueve años y en este momento el área cultivada es de 50.000 hectáreas.

Ahí ha fallado todo. Incluso el actual gobierno desaprovechó la oportunidad para haber contenido y lanzado un plan concreto cuando se presentó la crisis de la cocaína en la zona, que comenzó a finales de 2022 y se extendió por largo tiempo, cuando ese negocio ilegal se paralizó en la región.

Además, tampoco el presidente Gustavo Petro les cumplió a los cocaleros de la región con un plan especial para ellos y solo hasta ahora que estalló la nueva guerra entre el Eln y la disidencia volvió a hablar de un proceso para un modelo consensuado de sustitución de cultivos de hoja de coca.

Los ojos del mundo están puestos en Norte de Santander. No se les puede fallar ni a los más de 40.000 desplazados ni a toda la población de los municipios catatumberos. No hay espacio para otro fracaso porque su estruendo sería mucho más fuerte que el mismo fragor de los fusiles, las bombas y los obuses que hoy retumban en esa tierra que anhela ser surcada por la paz y el desarrollo con justicia social.


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