El comienzo del tercer mandato en Venezuela de Nicolás Maduro, quien se autocoronó dictador, es como el pistoletazo para la que sea otra crisis humanitaria de proporciones, por el éxodo de habitantes de ese país que esperaban un cambio.

La diáspora venezolana en el mundo es de 7.8 millones de personas -casi un equivalente a Bogotá- que se encuentran en América Latina, Estados Unidos y algunos en Europa.

Para tener una idea de lo que estoy significa para la humanidad, la Organización Internacional de Migraciones ha dicho que el venezolano es el segundo mayor desplazamiento del mundo.

Colombia tiene en su territorio a 2.8 millones de venezolanos,  residenciados o con vocación de permanencia, quienes se concentran en mayor medida en la capital del país, Antioquia y Norte de Santander, aparte de Bucaramanga, ciudades de la costa Caribe, entre otros.

El otro contexto de datos para sopesar la magnitud de lo que podría ocurrir, es que 
Norte de Santander, de acuerdo con Migración Colombia, es el punto de ingreso más importante, equivalente al 68 por ciento de esta movilidad humana de refugiados.

Se calculan en por lo menos, 330.000 los migrantes en el departamento, de los cuales unos 214.000 están en Cúcuta, cifras que nos indican que desde el punto de vista poblacional y todo lo que eso implica, podríamos tener ahí el municipio 41.

Por lo anterior el reto es de proporciones mayúsculas y el Gobierno nacional tiene que estar preparado para enfrentar esa contingencia en materia logística, presupuestal y de reforzamiento de los servicios básicos necesarios para integrar a los refugiados que crucen el río Táchira hacia nuestro territorio.

Es el momento de demostrar el gobierno del presidente Gustavo Petro su discurso de empatía con el pueblo venezolano y transformarlo en hechos, dándole a la migración un carácter fundamental dentro de las políticas públicas.

Al jefe de Estado, quien insiste en atribuir el éxodo masivo al bloqueo económico contra Venezuela, lo cuestionan los expertos por no tener planes concretos para enfrentar lo que pueda provocar en el frente migratorio, este tenso momento que vive el vecino país, luego de la ilegítima posesión de Maduro para el periodo 2025-2031.

Ahora lo que se espera es la salida de muchos adultos mayores, niños, adolescentes y jóvenes, al igual que de aquellos ciudadanos perseguidos y reprimidos por el régimen.

Los primeros saldrán para reunirse con sus familiares en los lugares en que se encuentren para dejar atrás la crisis económica y social y otros como periodistas, defensores de derechos humanos y líderes políticos barriales se marchan para buscar protección a su vida y sus derechos.

Lo que se avecina es otra confirmación dolorosa y cruel de que el atornillamiento en el poder del chavismo sí es un factor expulsor de millares de personas hastiadas porque después de ser la venezolana una de las más fuertes economías del continente, con una poderosa industria petrolera, hoy están sometidas al yugo de la represión, la pobreza, la destrucción de la democracia y el desmantelamiento del aparato productivo.

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