Focalizando algunos aspectos de la oleada de inseguridad que sacude a Cúcuta se encuentra el caso de la facilidad para andar por ahí con armas de largo alcance y con elementos explosivos, que se supone son de uso privativo de las Fuerzas Militares
Como la magnitud del problema se mide por los hechos, la violenta realidad nos está diciendo que en un lapso de cinco días se han producido igual número de ataques con granadas.
Eso es supremamente grave al convertirse en un indicativo del poderío que están alcanzando las bandas criminales en materia de armamento y su demencial actuación para exigir vacunas a comerciantes y empresarios o enfrentar a sus enemigos territoriales en la lucha por dominar las economías ilegales que se mueven en el área metropolitana.
Esa explosiva situación viene a elevar la complejidad de los hechos que atentan contra la seguridad ciudadana que últimamente ha enfrentado múltiples desafíos por parte de las bandas transnacionales.
Los cucuteños muestran su preocupación por la proliferación de esos artefactos en manos de los grupos delincuenciales, que estaría indicando que existe un disparo del mercado ilegal de armas en la región.
¿Se habrá indagado por las autoridades de dónde proceden? ¿Llegarán por las rutas del contrabando desde Venezuela? ¿Están llegando del Catatumbo? ¿Se estará averiguando si hay fuga desde la misma institucionalidad?
Las anteriores inquietudes deben ser resueltas para que la gente conozca a ciencia cierta qué es lo que ocurre y proceder por parte de la Policía, el Ejército y la Fiscalía a reforzar las operaciones para cortarles el flujo de abastecimiento de armas que alimenta a la criminalidad en la zona metropolitana, poniendo en peligro la vida de la población.
Saber si con cargo al tráfico de los alijos de drogas las organizaciones criminales obtienen arsenal o si hay corrupción gracias a los altos flujos de dinero ilegal para lograr conseguir armas de los organismos de seguridad del Estado.
Detalles como esos no pueden descuidarse ni subvalorarse o dejarse que sigan creciendo como una bola de nieve, porque en últimas están convirtiendo a las calles cucuteñas en un campo de guerra, donde la vida de niños y adultos queda en peligro.
Pero también hay que hacerle una reformulación a las labores de presencia y control de la Fuerza Pública en la ciudad, porque nadie se explica cómo circulan con pasmosa tranquilidad personas armadas con fusiles, pistolas y granadas, sin que ninguna patrulla uniformada o encubierta se les atraviese en el camino o los detecte con anticipación.
En este punto, caen como anillo los planteamientos hechos sobre la urgencia de contar con más inteligencia policial, estrategias alineadas con el comportamiento del delito en la región y un trabajo articulado con los organismos de seguridad de Venezuela.
En la derrota del monstruo de la violencia que hoy ensombrece a Cúcuta hay que actuarse con contundencia por parte de las autoridades mientras que la ciudadanía debe empezar a reconocer que es necesario no transigir con la cultura del dinero fácil y que debe empezar a haber un rechazo social a quienes se nutren de la mafia del narcotráfico, el lavado de activos y otras economías ilegales. Ese cambio es urgente.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion