
Hola, soy chihuahua de profesión y marco tendencia en parques, calles, restaurantes, aeropuertos, taxis. Soy una pequeña obra de arte del diseño. Estoy lleno de detalles. Mírenme bien. Con razón la gente chorrea la baba cuando salgo a la pasarela.
“Al mundo le falta un tornillo”, palabra que sí. Me hablan, sonríen, me acarician, me preguntan cómo me llamo, dónde vivo, si creo en Dios, si soy chihuahua puro, si tengo amante.
A mis fans las trama mi estatura. Se resisten a creer que haya perros mínimos como yo. No soy pequeño, soy así, de la misma forma como tampoco hay elefantes bonsáis.
Se comen el cuento de que soy el “mísero can” más pequeño del mundo. Unos creen que soy de origen mexicano, otros que vine de la China a lomo de chalupa pero que los ojos se me occidentalizaron atravesando el charco.
Estoy que consulto a un amigo que es coach transaccional, piramidal y fantástico que me explique por qué soy tan taquillero. Yo soy yo, mis ojos brotados y mis orejas como antenas. O sea, soy yo y mi circunstancia, como decían esos tres filósofos españoles José, Ortega y Casete…
No lean mis labios, como dicen los políticos, lean mi cola. Ahí almaceno toda la información.
“Tan linda” dicen algunos despistados. Falso positivo, soy un varón, no se me han trocado los cables. Pilas.
A veces me sacan en el bolso como la desheredada Paris Hilton lleva su chihuahua. Ahí sí que quedan matados. O matadas, porque mi público es femenino, básicamente. El bobo sapiens no está para ternuras. Añoro la comida del perro de la flaca Paris. Porque mi monótono concentrado es estrato tres. Si mucho.
Me sacan la piedra las visitas al veterinario. Me empaca toda clase de menjurjes. Me alivia de lo que no estoy enfermo. Y al contrario. Pregunta si no han pensado caparme. Y yo sin bajar bandera, sexualmente hablando.
Mis mascotas, quiero decir, los bípedos que llevo al otro lado de la cadena, se han portado bien. Quieren que primero coma de sal, que pruebe las delicias del kamasutra. Después vendría la capada para frenar la superpoblación y la orinadera en las sillas de la sala. ¿Habrase visto?
Mientras me operan, interesadas en volver hilachas mi virginidad, favor pasar hojas de vida. En su momento, Winnie, la pincher de Timochenko, de las FARC, envió currículo. El proletariado no es mi fuerte. Salió por líchiga.
No soy arribista pero espero el currículo de la chihuahua de Paris Hilton. No quiero saber nada de la del tuitero mayor, Donald Trump, en el caso de que la tuviera algún día. (Bueno, entiendo que no tiene mascota y un bípedo sin ella no es de fiar).
Por lo pronto, en casa me compraron novia de peluche para que haga la primaria sexual con ella. No hubo amor a primera vista pero poco a poco he ido cayendo en las redes de Yiya, como la bautizaron en memoria de la french poodle que me antecedió.
Y ya p’irnos: Menos mal el hombre va tomando la cara de su mascota y no al revés. De la que me salvé.
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