Donald Trump lanza ideas descabelladas, como proponer que Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá sean parte de Estados Unidos. A primera vista, parece una estrategia populista o incluso una simple provocación, sin embargo, al analizar sus movimientos a través de la Teoría de la Ventana de Overton, surge una estrategia más compleja y calculada, orientada a reinstaurar la supremacía económica y política de Estados Unidos a nivel global.
El politólogo estadounidense Joseph Overton conceptualizó un rango vertical de políticas, que iban desde las más restrictivas de la libertad hasta las más radicalmente libertarias, inaceptables, dejando una “ventana” para las políticas aceptables. Cuando se quiere lograr algún cambio de rumbo, se debe ir al otro extremo para forzar ampliar la ventana de lo aceptable. Trump, al lanzar propuestas radicales, podría estar utilizando esta táctica para lograr reposicionar a Estados Unidos como líder mundial, utilizando tanto la presión económica como la militar de forma estratégica.
Trump sabe que los titulares sobre Panamá, Groenlandia o Canadá generan polémica inmediata, pero detrás del espectáculo, lo que busca es restablecer una política económica agresiva que coloque a Rusia y China en una posición defensiva. A través de la retórica y decisiones estratégicas, está presionando para llevar al límite a estas potencias, obligándolas a gastar recursos que no tienen. Es la misma jugada que Reagan utilizó para enfrentar a la URSS en los años 80: intensificar el gasto militar y forzar a su adversario a igualar la apuesta, hasta que su economía no lo soporte.
Trump entiende que el dinero es el verdadero campo de batalla de las potencias mundiales. Mientras Estados Unidos tiene la capacidad de recuperarse económicamente, China y muchísimo menos Rusia, tienen el margen de maniobra para sostener un enfrentamiento económico prolongado.
La geopolítica y el Ártico son el verdadero interés. Más allá de las ideas provocadoras, el interés estratégico de Estados Unidos bajo Trump se enfoca en el Ártico, una región rica en recursos naturales y con alto valor geopolítico. Con el deshielo polar, nuevas rutas marítimas y reservas de petróleo se vuelven accesibles, y tanto Rusia como China están compitiendo agresivamente por dominar esta región. El Ártico es una pieza clave de su estrategia global: controlarlo consolidaría a Estados Unidos como la potencia dominante en un área estratégica, neutralizando las ambiciones expansionistas de sus rivales.
Las políticas internas, evidencian cómo Trump busca reducir al mínimo las regulaciones internas para detonar un nuevo ciclo de crecimiento económico en Estados Unidos. No es una simple política de desregulación, sino un movimiento para liberar recursos y fortalecer la economía, generando una ventaja sobre sus rivales. Mientras China está atrapada en controles excesivos que han frenado su “milagro económico” y Rusia desperdicia recursos en una guerra sin fin, Trump prepara a Estados Unidos para un ciclo expansivo que sus adversarios no podrán igualar.
La estrategia de Trump busca acorralar a Rusia y China en una posición insostenible: competir con Estados Unidos en gasto militar y económico, algo que sus economías no pueden sostener a largo plazo, o, reducir sus ambiciones expansionistas. Ambas opciones serían victorias estratégicas para Trump.
La insistencia de Trump en Groenlandia no es casual. Groenlandia no solo es estratégica por su proximidad al Ártico, sino que su mención como un posible territorio estadounidense, desata una discusión que amplía la Ventana de Overton. Al plantear esta idea radical, USA normaliza la discusión sobre el control del ártico.
La Teoría de la Ventana de Overton, combinada con una política económica y militar agresiva, son herramientas para enfrentar a rivales como China, desgastándolos hasta que no puedan competir y convertir otra a Estados Unidos en el líder mundial indiscutible.
La pregunta no es si Groenlandia será parte de Estados Unidos, sino si Rusia y China podrán resistir el embate económico y estratégico que está liderando Trump.
Nota final. Esta columna es escrita por el hijo de Manuel Guillermo Camargo, quien le cedió la columna de hoy.
Diego Sebastian Camargo Cely
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