En mi época de residencia en Barranquilla era asiduo lector de la columna de Chelo de Castro en el periódico local, un periodista deportivo que entonces era de avanzada edad y murió a los 102 años. Era una columna riquísima en vocabulario nuevo en cada entrega y amena en su redacción.
El último mes del año su autor dedicaba la columna a remembranzas familiares combinada con aspectos de la vieja Barranquilla, la que él vivió desde su natalicio en 1920 por los alrededores del Paseo Bolívar. Así las cosas, en esta temporada podríamos relajarnos un poco en los temas desarrollados, a menos que suceda algo extraordinario donde pueda echar mi cuarto a espadas.
Quería comentar que en la reciente visita del doctor Rodrigo Llano Isaza a Cúcuta, invitado por la Academia de Historia para que participara en celebración de sus noventa años de creación, fue todo un espectáculo escuchar su conversación amena con acento paisa, exornada con cuentos sanos que él narra con gracia de cuantas cosas ha visto y vivido en los trabajos que ha desempeñado y en la formación política que actualmente lo acoge.
El restaurante del Club del Comercio y otro restaurante en Chinácota, municipio que los invitados querían visitar, fueron escenarios óptimos para escuchar al paisa Rodrigo Llano en charla informal. Procuré atenderle temas formales que él trataba jocosamente, como la política y el modo de ser antioqueño, y grabarme dichos que nunca había escuchado.
Lo escuché atentamente y a la vez pensaba que Rodrigo lleva una vida como la que en su momento vivió un escritor y periodista político barranquillero, hoy totalmente desconocido hasta en su propia tierra. Se trata de Julio H. Palacio. Su gracia completa es Julio H.
Palacio Martínez. Hoy nadie sabe que significa la H de su segundo nombre y es imposible averiguarlo porque su partida de nacimiento, asentada en la iglesia San Nicolás, de Barranquilla, fue incinerada el 9 de abril de 1948 cuando el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán.
Ningún documento oficial posterior lo consigna. Julio H. nació cuando faltaba un cuarto de siglo para extinguirse el siglo XIX, a los doce años de edad su padre lo envió a París a estudiar Literatura, regresó y se matriculó en la Universidad Republicana para estudiar Derecho, donde fue condiscípulo de Enrique Olaya Herrera.
Era pariente y amigo del presidente Rafael Núñez, de manera que coincidió en su último periodo y por apoyar a Núñez tuvo que renunciar a la universidad e irse con él a Cartagena, donde fue su secretario privado y continuó sus estudios en la hoy Universidad de Cartagena. Fue amigo íntimo de todos los presidentes de Colombia, desde Núñez hasta Eduardo Santos.
Desde los años treinta, cuando dio por concluida su vida política, empezó a escribir y publicar en un diario nacional crónicas políticas amenas de la época que vivió: la Regeneración y la República Liberal. En la Regeneración Julio H. ocupó algunos cargos públicos, gracias a las reformas políticas de Rafael Reyes y luego las de la Unión Republicana con Carlos E. Restrepo, coalición política colombiana «entre conservadores y liberales moderados».
Todas esas crónicas de Julio H. Palacio fueron publicadas en libro en 1942 y son interesantes porque conocemos aspectos de su vida y la historia social, económica, cultural y política de la Colombia de finales del siglo XIX y primera parte del siglo XX. De manera que Rodrigo Llano ha escrito mucho sobre el Partido Liberal, ahora falta lo que hizo Julio H.: escribir sus vivencias.
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