
Desde que mis hijas cumplieron 6 años, hemos tenido la costumbre de disfrutar una película de temática navideña todos los 25 de de diciembre. Esto nos permite pasar unas dos horas en familia, luego comentarla y a su vez, reírnos de los acontecimientos de la reunión de la noche del 24. Pues bien, en esta ocasión, como ya son adolescentes, decidimos ver un clásico de 1946 cuyo tema principal radica en la riqueza de la amistad, y de cómo las relaciones interpersonales pueden influir notablemente en la vida de los demás. Sin intención de contar la película (o hacer un espóiler, como se dice ahora), todo se basa en la vida de un hombre que ha sido muy generoso con sus semejantes, pero ante una situación desafortunada decide quitarse la vida, en este momento un ángel le muestra como sería la vida de su familia, amigos y vecinos si no hubiera llegado a nacer, y es aquí cuando se desarrolla la trama sobre la importancia que ejercen nuestros actos sobre los demás, todos estamos interconectados en esta vida, aunque no nos demos cuenta. De manera que,si él no hubiera existido, no habría salvado de la muerte a su hermano menor cuando era niño, y éste por otro lado, no sería un héroe de guerra que evitó la muerte de otros soldados, que, a su vez, tuvieron hijos con destinos importantes en esta vida, etc., etc., etc.
La película no ganó el Óscar de la academia, pero digámoslo de alguna manera, quedó en segundo lugar, sin embargo, es considerada por muchos críticos como la mejor película de Navidad hasta el momento, pues la idea del suicidio transcurre el 24 de diciembre en la noche, y cuando George Bailey se da cuenta de que el amor a su familia y a sus amigos es más importante que los problemas económicos a los que se enfrenta, regresa corriendo a su hogar abrazando a sus hijos y esposa junto al arbolito de Navidad, mientras sus amigos ya han reunido el dinero que faltaba, llegando a la conclusión de, QUÉ BELLO ES VIVIR.
La película refuerza la idea de que el cariño y el amor hacia los seres queridos es a menudo más importante que los bienes materiales. El protagonista es un hombre gentil que siempre ayudaba a los necesitados, se colocaba en el lugar de ellos, era sincero y gentil, para recibir el mismo trato al tener problemas. Si lo miramos bien, no es tan difícil hacer favores.
Definitivamente todos nuestros actos influyen en la vida de los demás y viceversa. De allí se generan frases como “haz el bien y no mires a quien”, pero, en muchas ocasiones la soberbia, el estrés generado por la falta de tiempo o porque el dinero no rinde, puede enceguecernos y perjudicar no solo la vida de una persona involucrada sino el de muchas otras relacionadas a ésta.La capacidad de ponerse en el lugar del otro se denomina EMPATÍA, y la Navidad es una época que intenta recordarnos que no está mal compartir con quienes por circunstancias de la vida han tenido menos suerte que la mayoría. Si bien, no se trata solo de regalar dinero o cosas materiales, la idea es por lo menos no hacerle más difícil la vida a la gente cuando en nuestras manos está colaborar con situaciones como, una recomendación para un trabajo, facilitar una cita médica, etc., en fin, tomarnos un tiempo para preocuparnos por un semejante, la Navidad nos permite preguntarnos ¿desde cuándo no hacemos un favor desinteresado?, ese sería un magnífico regalo.
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