Es buena noticia que la economía crezca. Más, si es la de un país con una buena porción de la población en la pobreza. Solo creciendo y con buenas políticas de incentivos a la inversión y distribución de ese crecimiento, puede agrandarse la clase media, sostén del consumo futuro y del buen prestigio del sistema político, por representar la prosperidad que éste genera. Crecer cura de espantos estatizantes. No crecer los justifica.
El crecimiento mundial está desvencijado. Altas tasas de interés, alta inflación y trastornos políticos y geopolíticos domésticos, regionales y globales, produjeron temores en los inversionistas y dificultades en la conectividad de los mercados y las cadenas de valor.
Los organismos financieros multilaterales estiman la expansión de la economía mundial en el 24 y 25 entre 2.7% y 3%, con un horizonte a cinco años del 3%, de los más bajos del siglo. Sigue la caída del aumento de los precios y bajarán las tasas. El empleo se ha desacelerado y los movimientos internacionales de inversiones no retoman su ritmo.
Para las economías emergentes, las remesas de los emigrados jalonan el consumo golpeado por los daños de malas políticas, la pandemia y la falta de inversión. También sirven de salvavidas a las tasas de cambio.
El susto en EEUU porque no se estaba generando el empleo esperado, se reflejó momentáneamente en las bolsas, movimiento que para mi gusto fue más especulativo que otra cosa, y exitoso por cierto. Los datos subsiguientes inyectaron nuevo entusiasmo a los mercados. Están en verde, incluido Japón, víctima de una crisis de confianza que, junto con la corrupción, arrastró al Primer Ministro.
Las elecciones en EEUU parecen dar un poco más de certeza: los dos candidatos ofrecen recuperar la capacidad de consumo de la clase media. Trump dice que bajará los impuestos. Harris que reanimará la oferta de vivienda comprada y en arriendo. Ambos pregonan que lucharán contra la inflación.
Por su parte la FED bajará las tasas ahora sí, con efectos psicotónicos en los mercados y probablemente también en la campaña de Harris, pues podrá cobrar como de la administración demócrata, la baja en los costos del endeudamiento de los hogares.
Fueron publicados los datos del PIB colombiano al cierre de Junio, mostrando el comportamiento de nuestra economía en el primer semestre. Para un observador no avezado, podría ser visto como promisorio crecer al 1.5%. Pero está por debajo de lo esperado y muy por debajo del crecimiento potencial. Tuvieron un desempeño destacado el sector agrícola y los servicios públicos. Industria, comercio y minería siguen cayendo.
Comercio, estancado en rojo. Crece sí el gasto público, a dos veces y media el ritmo del PIB, síntoma del desmadre fiscal de la anterior administración y de la actual, del aumento de impuestos y del endeudamiento, y de los riesgos políticos que de ellos se derivan para el horizonte electoral. También crecen de manera desmedida los juegos de azar: la gente apuesta más, a ver si puede pagar los impuestos de Ocampo. Suerte!
Venimos de caídas en varios meses de este semestre incluido junio, último de la medición. No se puede esperar racionalmente una reactivación para el segundo semestre. La inversión, definitiva para salir del pantanero, cayó otra vez: -1.3%. Importaciones y exportaciones totales bajan cerca del 3%.
Hemos visto ejercicios, más que del gobierno de Laura Sarabia, para retomar niveles de confianza por parte de los empresarios e inversionistas en las políticas públicas y en la capacidad de ejecución del gabinete. Los gremios han hecho su papel y producido documentos serios que contienen las fórmulas que se requerirían para recuperar el crecimiento. Las cifras del DANE no muestran real mejoría y los bloqueos van a empeorar las mediciones.
En el Extraño Mundo de Subuso, hay datos que por fechas y comparaciones parecieran positivos. En realidad confirman que la economía va mal y el país peor.
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