
Los problemas surgidos en el Catatumbo por el desbordamiento de la barbarie de los grupos de alzados en armas de distintas vertientes criminales y en las relaciones con Estados Unidos, permitió medir el sentimiento patriótico de los colombianos en sus diversas tendencias.
Y una conclusión lamentable es la comprobación del negacionismo predominante en sectores dirigentes contra Colombia. Piensan con el deseo de que todo salga mal, como si con ello aseguraran la preservación de sus intereses políticos.
El mismo presidente del Senado, Efraín Cepeda estigmatiza con énfasis autoritario cualquiera decisión que no sea de su círculo, en términos descalificación. Con el estribillo según el cual “el Congreso es el camino” hace alarde de independencia, pero oponiéndose a todo cuanto pueda beneficiar a la comunidad nacional. Y no es solo Cepeda. En otros dirigentes se repite lo mismo. Su intención es oponerse al desarrollo democrático del país para que sus clanes prevalezcan.
Esos líderes del statu quo son reacios a la solución de los problemas que se han acumulado. Y cuando las crisis se agudizan montan narrativas distorsionadas. Con respecto al Catatumbo tienen responsabilidad en los atrasos y la formación de los factores de violencia, pero ahora pretenden lavarse las manos y esconder sus faltas.
El Catatumbo requiere no solamente la erradicación de los cultivos de coca sino el cumplimiento de programas económicos y sociales que le garanticen a la comunidad una vida libre de suplicios. La tierra debe ser liberada de la explotación feudal y promover su utilización óptima para el bienestar colectivo.
Debe entenderse también que la paz es una prioridad que debe construirse infundiéndole la mayor dinámica para que nada quede al alcance de las bandas armadas. La protección colectiva tiene que basarse en el respeto a la vida, articulándola a todo cuanto la engrandece.
La participación d la sociedad civil en las negociaciones de paz debe demostrarle a los violentos y sus patrocinadores que la acción popular puede más que las armas.
En cuanto respecta la crisis de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia también mostraron el cobre los dirigentes que subestiman la dignidad reconocida universalmente a la persona humana.
Reclamar trato digno para los deportados no puede ser motivo de censura. Sin embargo, no faltaron los áulicos que estuvieron del lado de las cadenas y de las esposas puestas a personas contra las cuales no cursa ninguna investigación por delito alguno.
Las relaciones entre los Estados están basadas en el recíproco respeto. La soberanía de las naciones no es un invento leguleyo. Es un principio que busca preservar la paz y la independencia, contra las imposiciones de subordinación.
El esclavismo y el colonialismo ya no tienen buen recibo, así todavía queden rezagos imperialistas. El hecho de que existan países pobres no puede dar lugar a su articulación a la dependencia.
Colombia y Estados Unidos deben mantener buenas relaciones y promover el intercambio comercial y la cooperación cultural sin incurrir en el intervencionismo en asuntos que son de la autonomía de cada nación. No es el absolutismo de Trump ni el código del pedante Marcos Rubio las pautas que nos gobiernen.
Puntada
La solidaridad de los nortesantandereanos con los desplazados del Catatumbo ha sido ejemplar. Enaltece al departamento.
ciceronflorezm@gmail.com
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