¿Realmente? para nada. La semana pasada concurrió el Secretario de Seguridad ciudadana de Cúcuta Diego Villamizar, a una sesión de control político fuera de la sede del Concejo de Cúcuta.
Los medios informaron que los concejales Vanessa Arenas y Alonso Torres expresaron que quedaban en total expectativa y con sensaciones de duda, en el debate sobre el Centro de Vigilancia y Monitoreo de la Policía Nacional que lidera el Señor alcalde Jorge Acevedo, con un costo cofinanciado de cuarenta mil millones de pesos.
De manera inverosímil nos contaron que el debate se realizó sin la asistencia del coronel William Quintero comandante de la MECUC; algo así como un circo sin trapecista. Vale decir que Diego llegó al recinto a “tientas”, sin “consueta” y hablando del Gaula y de un Batallón de Policía Militar para Cúcuta.
Pero bueno, los debates referidos en el 312 constitucional le dejan al Concejo ejercer funciones de control político sobre la administración, dentro de sus reglas. Son reuniones preparadas como dice la ley 136 de 1994 artículo 38, con cinco días hábiles antes de la citación y un cuestionario escrito y encabezando el orden del día.
Pero finalizado el debate como en este caso y con la firma de 7 concejales proponer a la plenaria que observara las inconformidades de Diego Villamizar, que según Vanessa Arenas y Alonso Torres, dejaron “una total expectativa y sensaciones de duda” en el debate sobre el Centro de Vigilancia y Monitoreo de la Policía Nacional”.
La norma siguiente impone que dichas observaciones se le envíen al Señor alcalde, pues es una censura política y en algo debe pensar.
Pensar, por ejemplo, que, si hubo acción u omisión sancionables penal o disciplinariamente, es su deber compulsar y enviar copias pertinentes a las politizadas “ías”. Y solo en eso queda la Censura que en texto dejaron sin dientes .
Asunto que no comunicaron los quejosos Arenas y Torres, como tampoco si cumplieron los requisitos previos que cuando se omiten, nulitan todo. ¡Que hablen!
Adenda: En la pasada columna, el corrector de pruebas me cambió el localismo Ocañero “nuevito”, por nuevecito. Nadie tuvo la culpa y por ello pido mil perdones.
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