![Cicerón Flórez. Cicerón Flórez.](/sites/default/files/styles/portada_principal_747x420/public/2022-05/ciceron-florez-columnista.jpg?itok=T-022SFp)
Las campañas de algunos aspirantes a la Presidencia de Colombia, de cara a las elecciones de 2026, ya están en marcha. Se anticiparon faltando 16 meses para esos comicios. Claro está que se espera la llegada de otros. El número de aspirantes será mayor de lo registrado en pasados eventos del mismo orden.
Y no está mal que muchos colombianos quieran ser gobernantes de la nación. Pero sobre ellos hay que poner la lupa a fin de establecer si tienen las condiciones para el desempeño idóneo de funciones de tanta responsabilidad.
La situación del país no está para aventuras estimuladas mediante soplos mediáticos. Se han acumulado muchos y muy graves problemas, como resultado de los manejos erráticos de la nación, de parte de quienes han gobernado en diferentes períodos.
La imposición de un sistema clasista en la sociedad ha consolidado la desigualdad, con todas las desastrosas secuelas de exclusión, discriminación, pobreza y negación de derechos. Pero los problemas de agobio colectivo son más extendidos: la inseguridad social es generalizada; la salud está en déficit, como la educación y la vivienda; la violencia es generada por diversos grupos criminales y la justicia tiene ostensibles vacíos.
La tierra es propiedad de señores feudales, quienes han lanzado a los campesinos al desplazamiento y la adversidad.
A esa desgarradora situación debe agregarse la acción depredadora de quienes devastan los recursos naturales y degradan el medio ambiente.
Todo ese cúmulo de atrasos hacen parte de la historia nacional y requiere un viraje en el rumbo de la nación. No se puede seguir alargando el statu quo, como si las malas condiciones de vida de la comunidad fueran una condena irreparable. La resistencia a los cambios prioritarios es un consentimiento del daño colectivo que ello representa.
Se impone entonces que el proceso electoral sea dinámico en el sentido de ahondar en el debate de los asuntos de la nación que exigen la aplicación de políticas a la medida de las demandas públicas. Y no se trata de apaciguar los males con paños de agua tibia, sino de concretar soluciones de fondo por encima de intereses particulares. De lo contrario se seguirá en lo que se ha llamado “más de lo mismo”.
Y se debe tomar en cuenta también el Congreso, en cuya composición deben predominar hombres y mujeres con voluntad de sacar el país de las encrucijadas a que lo han llevado los mandatarios aferrados a la preservación de intereses de sectores privilegiados.
Las elecciones deben ser un proceso democrático sin tachas. Por eso hay que debatir temas de interés público, medir a los candidatos a la Presidencia y el Congreso para tener la certeza de son merecedores de la dignidad que buscan. Y en esto hay que ser rigurosos para acertar en la elección.
Lo que se ofrece en cuanto candidaturas para las elecciones de 2026 ya da para hacer mediciones de los aspirantes que han destapado sus cartas. Hay que hacerlo sin caer en sectarismos, ni alabanzas engañosas, a fin de que el voto de los ciudadanos tenga el soporte del acierto.
Puntada
Desde ahora hay que redoblar la campaña contra el uso desviado de la pólvora. Ojalá que no se caiga en ligerezas. Hay que sacar a los menores de los festejos con fuego peligroso.
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