
El oficio de escribir tiene momentos difíciles cuando las palabras se niegan a surgir de la mente para referir un hecho luctuoso. La muerte de un amigo es uno de ellos. Nos habíamos enterado de que David venía sufriendo varias dolencias, pero que una intervención quirúrgica parecía haberle dado un nuevo aliento vital. No fue así; su cuerpo herido ya no pudo seguir reteniendo la vida y, ésta, derrotada, lo abandonó en silencio.
Dese muy jóvenes, en el transcurso de nuestro tiempo tuvimos momentos de cercanía desde los bancos del Colegio Provincial de Pamplona; o en la administración pública cuando él dirigía el Instituto de Cultura del Departamento y yo era Secretario de Gobierno; y en diferentes eventos culturales. Recuerdo vivamente la celebración de un aniversario de la muerte del poeta Eduardo Cote Lamus que organizamos David y yo, al que invitamos a la viuda del gran nortesantandereano, Alicia Baraíbar, y al maestro Eduardo Carranza entre otras personalidades, y los afanes para cubrir los gastos del importante evento por las penurias que entonces vivían el Instituto de Cultura y la Gobernación. Siempre, en la distancia, sabíamos el uno del otro por cuenta de la poesía y de los oficios en que nos ocupábamos.
La última vez que nos encontramos fue en el cálido homenaje que se le rindió en la Fiesta del Libro de Cúcuta en septiembre del año pasado como reconocimiento a su larga trayectoria intelectual, al servicio permanente a su región en la promoción de la cultura y el desarrollo económico, y a su obra poética. Fue un acto agridulce porque David ya mostraba los efectos de sus dolencias y sus palabras contenían un mensaje de despedida.
Desde muy joven, David Bonells participó en el movimiento Nadaista que le dio un aire nuevo a la creación literaria sacudiendo los escondrijos del pensamiento, y cambiando la forma de vida de los jóvenes que se fueron alineando en una especie de insurgencia pacífica. Gonzalo Arango fue el profeta de ese movimiento al que David buscó afanosamente para alistarse en sus filas y convertirse en su representante en el Norte de Santander
Desde las bancas del Colegio Provincial de Pamplona y del Calasanz de Cúcuta, David escribía versos y participaba en los certámenes literarios que se realizaban constantemente. Tenía en su alma el germen de su vocación poética que nunca lo abandonó y le permitió escribir varios libros que han pasado a formar parte de la antología colombiana. Así lo testimonió el curtido nadaista Jota Mario Arbeláez en el homenaje de la Fiesta del Libro de Cúcuta 2024.
En estas cortas líneas quiero hacer llegar a su querida esposa Claudia, a sus hijos y nietos y a los intelectuales del Norte de Santander mi más sentida condolencia porque nos ha dejado quien tuvo una vida útil para su región, edificante para sus amigos y fundamental para su familia. Y el homenaje que quiero rendirle a él es conservar su recuerdo con afecto y admiración.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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