
En los tiempos recientes pocas veces hemos comenzado un Nuevo Año con tanta incertidumbre por causa de los conflictos bélicos que azotan a diversas regiones del mundo: la interminable guerra de Rusia contra Ucrania; la confrontación de Israel con los vecinos por el accionar de los grupos terroristas; la larga guerra de Siria por el dominio del poder etc. Y a esta difícil situación se suman las enormes migraciones que se mueven por la tierra buscando huir de la guerra y del hambre. El panorama es sombrío.
Y en nuestro vecindario, la tragedia de Venezuela, que tampoco parece tener fin, nos intranquiliza. Es muy difícil creer que el régimen madurista abandone el poder cuando concentra todas las fuerzas institucionales y militares bajo su mando férrea, apoyado por países como Cuba, Rusia y China.
En Colombia, el bajo desempeño de las agencias del estado y la corrupción han conducido a la falta de dinero para atender las necesidades de su población. En este aspecto, también el Nuevo Año está acompañado de nubarrones.
Por su parte, el sector privado, el de las pequeñas y medianas empresas, el de la economía informal, el de las fábricas, el del comercio formalizado, el de los trabajadores independientes, en fin, el de los colombianos que se empeñan en no claudicar, siguen trabajando contra viento y marea porque su espíritu emprendedor está por encima de los vaivenes de la política.
Lo que permite mirar con optimismo el comienzo de este año es el empeño de los colombianos que no están esperando dádivas oficiales que, por lo que se informa, ya se están agotando. Lo que los colombianos saben hacer es trabajar, producir y compartir.
En esta columna no quiero referirme a la política nacional ni criticar al gobierno que fue elegido por el pueblo colombiano. Mi interés es hacer énfasis en que la fortaleza de nuestro país está en sus habitantes a los que se le deben dar los instrumentos necesarios para su desempeño.
Y hacer votos para que avancemos en la búsqueda de la paz, a veces tan esquiva; para que no perdamos la esperanza de que vendrán tiempos mejores cuando superemos los odios que se fundan en ideologías ya trasnochadas.
A mis lectores les hago llegar, a cada uno, mis deseos por su salud, su bienestar y su alegría en este año que comienza. Y que entre todos retomemos el amor por la patria, la defensa de la familia como núcleo insustituible de la sociedad, y la solidaridad ciudadana para que, con las posibilidades de cada quien,ayudemos a los más necesitados.
Debemos seguir el ejemplo de aquellas naciones que, arrasadas por las guerras, lograron recuperarse con la ayuda de todos, especialmente de las mujeres que sobrevivieron a esas tragedias en que casi todos los hombres perecieron. No nos dejemos abrumar por el pesimismo y por las voces que pregonan las ruinas. Que Dios nos ayude en este nuevo año que podemos encausar hacia el progreso personal y colectivo.
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